sábado, 20 de noviembre de 2010

El mundo se paró III

Estaba totalmente desubicada, desorientada, no recordab a nada. Mis ojos no reconocían el sitio dónde me encontraba y mi cerebro pese a mis esfuerzos era incapaz de darme alguna señal coherente. Me encontraba en un hospital, era obvio, el suero bajaba gota a gota buscando mi vena, el monótono sonido pi - pi - pi de un aparato en la cabecera de mi cama marcaba mis pulsaciones y tensión arterial y el olor, ese olor inconfundible de los hospitales, así me lo indicaban, luego, estaba hospitalizada.

De pronto, como una tormenta de verano que se presenta de improviso, estallaron en mi cerebro los últimos momentos vividos antes de caer en la inconsciencia y salté literalmente en la cama, levantando la manta que me cubría, angustiada, temerosa de revivir ese momento insoportable de dolor y de la sangre resbalando con fuerza por mis piernas. Grité aterrorizada cuando ví que mi barriga ya no abultaba y comprendí que mi niña, evidentemente, ya no estaba conmigo.

Una enfermera se acercó presurosa y me sujetó con fuerza para que no me tirara de la cama a la vez que intentaba tranquilizarme con palabras que me era imposible comprender. Llamaron a mi marido y me administraron un tranquilizante para que amortiguara la ansiedad que me devoraba.

Supe que aquella noche pudo haber sido la última de mi vida si no llega a ser porque milagrosamente mi marido contrariamente a lo previsto, suspendió su reunión de trabajo debido a la enfermedad repentina de uno de los asistentes y llegó a casa con una hora de antelación, eso me salvó la vida. Supe que cuando llegó me encontró desmayada en el sofá, llena de sangre, con los brazos rodeando mi vientre, temió lo peor porque mi respiración era casi imperceptible y supo intuir que un minuto podía ser decisivo y como pudo con la misma manta empapada de sangre me bajó al garaje y me subió al coche. Supe que aún no se explica como mantuvo la sangre fría para, a pesar de que el cuerpo le temblaba de la cabeza a los pies y el corazón amenazaba con salírsele del pecho, pudo poner el coche en marcha y llamar al móvil del urgencias del médico que me trataba para que le indicara que hacer y adónde dirigirse.

Fue imposible contactar con él, la tranquila y monótona voz de la operadora, repetía continuamente "el móvil al que Vd. llama, está apagado o fuera de cobertura". No se lo podía creer ¿no se suponía que era un móvil médico de urgencias? ¿no se suponía, según nos dijo, que él estaría a cualquier hora disponible, para una eventual emergencia? Eran las doce de la noche y el terror y la desesperación se apoderaron de él. Pero según me contó, el instinto de supervivencia, de protección a tus seres queridos puede ser más fuerte que el pánico, y la cabeza trabaja con una efectividad podríamos decir que del 100 por 100 y la luz se encendió, recordó que una amiga común trabajaba de enfermera en el Hospital del Valme y marcó su número, pidiendo a Dios que lo cogiera y !Dios! no sólo lo cogió sino que en esos momentos estaba de guardia. Llorando y entrecortadamente le contó lo que estaba pasando "no te pares ni un segundo, sáltate los semáforos y vente para acá, te estaremos esperando en la puerta de urgencias" Así me salvaron la vida, una camilla con dos médicos esperaban nuestra llegada. Una vez en manos de ellos con un soplo aún de vida, mi marido cayó al suelo derrumbado: nuestro hijo se encontraba sólo durmiendo en casa ajeno a todo y nuestra hija y yo nos debatíamos entre la vida y la muerte.

Supe que los médicos además de magníficos médicos, fueron ángeles de la guarda, porque salvaron la vida de las dos. Mi niña a la que mi marido, contrariamente a lo acordado, le puso el nombre de nuestra amiga, tenía ya una semana de vida y a pesar de lo pequeñita que era, sólo alcanzaba el medio kilo, luchaba en la incubadora por vivir y yo sali del pozo en el que me moría, creo y siento que porque mi hija me llamaba.

Supe que esa noche nuestra amiga se encargó de todo. A mi marido le suministraron un sedante y ella llamó a mi familia informándoles, haciendo hincapié en la preocupación por el niño que se encontraba solo en casa. Intentó durante toda la noche contactar con el prestigioso y carísimo médico sin resultado y estuvo permanentemente en contacto con los médicos que me atendían. No habrá suficientes minutos en mi vida para agradecer todo lo que esta amiga hizo por nosotros, nunca lo podré olvidar.

En ningún momento dudé de las palabras de mi marido, le conozco bien y sabía que no me estaba mintiendo piadosamente, el brillo de sus ojos, la felicidad en su cara y el calor de sus manos acariciándome, me lo confirmaban.

lunes, 11 de octubre de 2010

El mundo se paró (2ª parte)

Pasaron algunos años y por casualidad en una reunión de amigos, me enteré de que una conocida de uno de ellos, con un problema muy similar al mío, había dado a luz felizmente, por segunda vez, gracias a un ginecólogo especializado en este tipo de problemas, que investigando y estudiando, había encontrado un método que rebajaba el riesgo a un porcentaje muy inferior.

Fue suficiente, fue la mecha que incendió de golpe mi corazón. No me podía quitar de la cabeza el nombre del médico y la esperanza ardió con fuerza dentro de mí.

En contra de toda la familia, concerté una cita con ese doctor del que me habían hablado y que se había convertido para mí en una especie de ginecólogo-mago, capaz de solucionar un problema que nadie hasta el momento había solucionado. Me convenció, o mejor dicho quise que me convenciera rapidamente. no voy a entrar en detalles, pero con una pequeña intervención con anestesia local se corregía el problema y los embarazos llegaban a buen fin en un alto porcentaje. Las medidas preventivas iban a ser practicamente iguales a las del embarazo anterior, pero las posibilidades de culminar con éxito eran elevadísimas.

Nuevamente en contra de todos impuse mi deseo, era mi cuerpo, era yo la que iba a sufrir en mis carnes y en mi espiritu la carga física y emocional que ya conocía, pero no me importaba, estaba tan ciega, tan ilusionada, que no veía ni un punto en contra, nunca se me ocurrió pensar que podía no salir bien, que me estaba jugando la vida, que mi familia, mi hijo, me necesitaban. Ahora reconozco lo que en aquel momento, fui incapaz de comprender, fui egoista, sólo pensaba en satisfacer mi ansia de volver a ser madre, sin importarme las graves repercusiones que todo podía tener y el daño que con mi insolidaridad estaba haciendo a mis seres queridos".

A medida que su relato avanzaba, la emoción iba creciendo, la expresión de dolor en su cara tensa, el brillo en sus ojos, la voz por momentos acongojada, por momentos llena de rabia o reproche, las manos inquietas que parecían hablarme, me tenían embelesada, no perdía ni un detalle de sus gestos, ni una palabra porque todo en mí era pura atención, expectación porque intuía que iba a vivir un impacto emocional fuerte cuando conociera el desenlace final de esa historia que por momentos me conmovía.

"Me sometí a todo lo que hizo falta, sufrí las molestias derivadas de un tratamiento quirúrgico desagradable y doloroso, volvía a repartir mis "casos" entre los compañeros y me preparé emocionalmente para llevar adelante una inactividad, una postración, que en este caso era mucho peor que el anterior porque tenía un hijo de cuatro años que agravaba considerablemente la situación. Quedé rapidamente embarazada y comenzó mi calvario, era muy duro, se me hacía muy cuesta arriba prescindir de tantas y tantas cosas: el sol sobre mi piel, el color del cielo, el olor de la primavera, la lluvia, pasear por el parque de la mano de mi marido, ver jugar a mi hijo, bañarlo todas las noches, llevarlo al colegio, montar en mi moto, ponerme la toga..., pero en esos momentos de bajón, el solo pensamiento de que había engendrado una nueva vida, un ser al que ya quería, disipaba rapidamente la añoranza de una vida a la que podía denominar de feliz.

Supimos que era niña y nos volvimos locos, los meses pasaban, los controles médicos eran muy alentadores porque todo se desarrollaba con normalidad. Cumplí la sexta falta y ya me permitía el médico levantarmee un poquito para reclinarme en el sofá, ver la tele, cenar junto a mi marido y mi hijo, hablar, reir o escuchar a mi niño contarme sus andanzas en el cole...

Nada hacía presagiar lo que se avecinaba, porque yo cada vez me sentía mejor y mi niña crecía fuerte y sana en mi vientre, dónde no paraba de moverse.

Esa noche, mi marido telefoneó para decirme que llegaría más tarde ya que le había surgido un imprevisto en el trabajo y que la chica que nos cuidaba se quedara en casa hasta que él llegara. Cené con el niño y la chica se encargó de acostarlo y dejarlo todo en orden, dispuesta a quedarse hasta que él llegara, pero yo no lo creí oportuno, él podría tardar mucho y me sabía mal que se fuera tan tarde para su casa, a pesar de su insistencia la obligué a irse y me quedé sola en el salón, echada en el sofá con una manta por encima hasta que él llegara.

No recuerdo mucho de lo que pasó, solo sé que de pronto, una punzada aguda, intensa, casi insoportable de dolor, estalló en mi vientre a la vez que me sentí mojada por un líquido caliente. Cuando levanté la manta asustada, la sangre resbalaba con fuerza sobre mis piernas. Cuando volví a abrir los ojos había pasado una semana.

Continuará.

domingo, 10 de octubre de 2010

El mundo se paró

En la vida hay momentos que, bien por su impacto emocional, o por la enseñanza que te aporta o simplemente porque te cala especialmente, quedan grabados en tu alma con tanta fuerza, que nunca se pueden olvidar y por mucho tiempo que pase, al rememorarlos te sigue dando ese latigazo sentimental que llega a estremecer nuevamente todo tu ser.

Seguro que todo el mundo comprenderá lo que quiero decir, porque creo que dificilmente pueda existir persona que no haya experimentado ese escalofrío que te recorre física y espiritualmente, ante un relato, una historia, un libro o una vivencia escuchada en labios de alguien que te habla mirándote con sinceridad a los ojos y abriendo su corazón ante tí.

Han sido muchos los momentos en mi vida, que me han hecho sentir profundamente esa punzada de comprensión, solidaridad, gozo, sufrimiento, miedo... pero éste que más abajo relataré, me emocionó especialmente porque quien me lo contó tuvo la virtud de hacer que el mundo se parase a mi alrededor porque aquella persona supo transmitirme con tanta autenticidad sus sentimientos, que me hizo sentir como mío su dolor.

Hace ya casi tres años que mi marido y yo tuvimos un accidente de coche viniendo de Madrid. Nada grave, pero a mi particularmente me dejó las cervicales fastidiadas, el esternón dañado y un miedo a la carretera y a aproximarme al coche que va delante, que aún no puedo superar. Me hablaron de una abogada bastante buena, muy experta en este tipo de accidentes para que defendiera mis intereses frente a la compañía de seguros, que como es norma habitual racaneaba indecentemente el pago a que tenía derecho por las lesiones ocasionadas.

Era, mejor dicho, es una mujer guapa a la que calculo unos 35 o 36 años, desenvuelta, que derrocha una energía y vitalidad increibles, con un don de gente que al menos a mí me cautivó. La ví como una persona fuerte, con carácter, capaz de enfrentarse a Dios que bajara del cielo, para defender el asunto que llevara entre manos, que parecía no achicarse por nada y con una seguridad en sí misma tan fuerte que parecía capaz de comerse el mundo. Para mí que me tengo por una persona indecisa, poco segura, que evita por todos los medios enfrentarse a otra, me admiró su forma de ser y actuar e inmediatamente consideré que no podría haber elegido otro abogado que lo pudiera hacer mejor.

Como ya sabemos las cosas de palacio van despacio, y en las que interviene la justicia, no diría que despacio, más bien a cámara lenta, porque la burocracia es gigantesca y avanzar un paso significa meses de espera y pérdidas de tiempo para alimentarla porque engulle y engulle documentación sin que parezca que alguna vez quedará satisfecha y lleguemos al final. Quiero decir con esto, que mi abogada me llamaba a su despacho con frecuencia para aportar datos, firmar algún documento o simplemente comentarme cómo iba todo.

Me impresionó el despacho ubicado dentro de su propia vivenda, en una de las zonas más bonitas del centro de Sevilla. Llamó mi atención su luz, su amplitud, la pulcritud en los muebles, el suelo de un parquet claro precioso y un toque muy personal en detalles, cuadros, decoración... que lo hacía cálido y acogedor a la vez que práctico y cómodo para el trabajo de una persona que se podía intuir, pasaba allí muchas horas del día. Nuestras entrevistas generalmente eran breves, no porque ella me metiera presión, al contrario, más bien era por mí misma, me preocupaba entretenerla más de lo debido consciente de lo valioso de su tiempo y de la cantidad de trabajo que llevaba entre manos, conclusión a la que llegué no sólo viendo el montón de carpetas sobre su mesa de trabajo sino por pura obviedad, el teléfono sonaba casi continuamente interrumpiendo a cada momento nuestra conversación y haciéndola levantar, mientras hablaba dando explicaciones sobre lo que yo consideraba juicios en curso, para buscar información y recabar datos en archivos, anotaciones y dossieres.

Aquel día empezó como otro más de los varios que ya había pasado por el despacho, ese día era yo la que quería terminar pronto, esta vez no por ella, sino por mi hija que pasaba por momentos muy delicados. Estaba embarazada y corría un riesgo muy elevado de aborto, por lo que guardaba por recomendación médica, un reposo absoluto a fin de intentar sujetar ese pequeño embrión que mostraba signos de malograrse. Supongo que notó mi estado de ánimo, porque directamente me preguntó si me ocurría algo, a lo que contesté, sincerándome, lo que estaba pasando con mi hija. Recuerdo que en ese momento se encontraba de pie ante su mesa, con mi informe médico en una mano y el teléfono en la otra y despacio se sentó en su sillón indicándome que yo también lo hiciese. Empezó a hablar, sus palabras salían a borbotones de su boca, pausadamente pero sin descanso. Durante un tiempo, que soy incapaz de calcular porque lo mismo pudo haber sido un segundo que toda una vida, el mundo se paró a nuestro alrededor. Ni el teléfono sonando, ni el zumbido del porterillo de la calle, ni el fax que no paraba de escupir un documento tras otro, fue capaz de interrumpir este monólogo que con tanto sentimiento me contó, porque en esos momentos a las 12 de la mañana, todo se apagó, solo existiamos ella, yo y las vivencias de un tiempo no muy lejano que hacían aflorar un dolor tan hondo que sé con seguridad siempre tendrá presente.

Y dijo así:

" Dile a tu hija que se cuide y que luche por ese ser que lleva dentro, pero que no fuerce la situación, que no se presione, que si por desgracia lo pierde, sería porque así tenía que ser, que aún sonando a tópico, la naturaleza es sabia y rechaza lo que es imposible pueda sobrevivir. Tiempo tendrá para tener otros si no hay otros problemas, pero si éstos existieran, que no se obsesione, que hay otras opciones, pero que nunca quiera chantajear a la naturaleza, que no quiera encontrar agua en el desierto, aunque le parezca haber visto un oasis, porque puede ser un espejismo y entonces la decepción y la angustia es mucho más fuerte y seguro que le pasará factura machacándola, te lo digo por propia experiencia.

Mira, - me dijo, cogiendo en sus manos una foto enmarcada dónde aparecía la carita de un niño que podría tener 6 o 7 años, llena de pequitas, con unos ojitos pícaros y vivarachos, cómplices de su sonrisa y la nota de color la daba una cabeza cubierta de pelo pelirrojo en cuya frente un remolino levantaba con ahínco su gracioso flequillo - éste es mi hijo, el único que tengo, la razón de mi vida y mi orgullo porque es maravilloso, sé que dirás"pasión de madre", pero tú también lo eres y lo comprenderás sin que pueda parecerte pedante, es guapo como ves, pero además es inteligente, bueno, cariñoso y está sano, es un regalo que Dios me ha enviado y daría la avida por él, pero aún así, no soy completamente feliz y te explico.

Cuando quedé embarazada ya desde el principio tuve problemas con alto riesgo de aborto. Se descubrió el motivo, mi útero estaba dividido en tres cavidades imposibles de comunicarse entre sí, el embrión había anidado en uno de ellos, por suerte el más grande, pero aún así el riesgo aumentaba conforme iba creciendo porque no se sabía hasta cuando habría espacio para cobijarlo y el aborto o parto se podía producir en cualquier momento. Me agarré a un mínimo porcentaje de supervivencia que me dieron e hice a rajatablas todo lo que el médico me indicaba. Me llevé siete meses tumbada boca arriba en la cama, de dónde salía una vez a la semana para ducharme, el aseo diario, mis necesidades, la comida, todo lo hacía en esa misma posición. Mi madre se instaló en mi casa para cuidarme y me embadurnaba de crema el cuerpo después de lavarme para que no se me llagara, cerré mi despacho repartiendo los casos pendientes a compañeros de confianza y aunque a veces la desesperación me invadía porque el tiempo parecía no correr, cuando cada mañana abría los ojos a un nuevo día, daba gracias a Dios porque mi niño/a tenía un día más de vida y seguía dentro de mí, calentito y a gusto en mi vientre.

Nos gastamos un dineral en médico y tratamiento porque todo (revisiones, ecografia...) me lo hacían en casa (gracias a Dios pudimos permitirnos economicamente sostener la situación) y cada falta que cumplía era una fiesta, una celebración. Cuando llegué al séptimo mes de embarazo casi respiré tranquila, sabía que si el parto se presentaba, mi niño casi seguro que sobreviviría.

Nació sietemesino, sin complicaciones para él, aunque sí para mí que se llegó a temer por mi vida. el médico fue claro y rotundo, dificilmente podría tener otro, pero en el hipotético caso de que así fuera, mi vida corría un grave peligro. El golpe de esa noticia quedó en segundo plano cuando pude ver a mi hijo en la incubadora y como pataleaba y berreaba reclamando su alimento.

La vida continuó para mí, retomé mi trabajo, me volqué y disfruté a tope de la crianza de mi hijo y tanto mi marido como yo, nos sentiamos los padres más afortunados del mundo. Intenté olvidar que era casi imposible tener otro hijo a pesar de que una parte de mí se resistía a aceptar que me estaba vetada una nueva maternidad.

Continuará

sábado, 4 de septiembre de 2010

Un día cualquiera en "Las Tres Piedras"

Desde el pequeño jardín de mi casa de la playa en una noche de verano, se ve un cielo que me recuerda al de mi niñez, cuando jugaba en la plazoleta oscura de mi barrio, tenue y plateadamente iluminada por el resplandor de imnumerables estrellas que salpicaban un cielo negro e inmenso, reino infinito de una luna blanca y brillante que parecía mirarme sonriendo como si de una Giaconda espacial se tratara, vigilando estática y enigmaticamente mis movimientos.

Desde el pequeño jardín de mi casa, se puede oir el silencio de la noche, interrumpido de vez en cuando por el canto de los grillos o el lejano ladrido de un perro y como música de fondo y casi imperceptible el suave murmullo de las olas al romper, entregadas a la belleza de nuestra playa.

Y también se respira una leve brisa marina que se mezcla con el aroma de la dama de noche, cuyas flores se abren con fuerza a la caida de la tarde, para perfumar el ambiente. Sentir en los pies descalzos el cosquilleo de la mullida rigidez del fresco césped recien regado o secuestrar con los ojos la belleza de las humildes flores amarillas y rojas de la "rebolera" y los capullos dormidos, cerrados, de color salmón y rojo de los "pacíficos" que despiertan por la mañana abriéndose a un cielo limpio y azul y a un sol de justicia y al limonero junto al olivo que lo separa de un naranjito todavía enclenque, pero que seguro terminará arrancando y la enredadera que aún no cubre la reja que nos separa de mis vecinos de "Villa Tabla", llamada así en honor a las cuatro tablas y algunos ladrillos con lo que los dueños han equipado la parcela para pasar sus veranos. Allí viven practicamente bajo un sombrajo, pero son la gente más felíz del mundo, catetos cien por cien (y no lo digo peyorativamente, sino todo lo contrario) con esa autenticidad y simpleza que ya sólo va quedando en algunos pueblos y que nos hacen reir a cada momento con sus ocurrencias. Y en el lado opuesto, lindando con la casa de Antonio Casanueva (abuelo de Marta del Castillo) mi árbol de coral, que plantamos creyéndolo enredadera y que se ha convertido en ese árbol que después de 12 años se alza ya orgulloso al cielo, mostrando sus ramajes cubiertos de frondosos ramilletes de hojas pequeñitas y verdes entre los que se abren las hermosas campanillas de color coral, aportando sombra y color por igual a un lado y otro de la reja que separa una casa y otra, como si quisiera simbolizar con su presencia la unión y el cariño que une a las dos familias.

En una noche de verano en mi casa de la playa, pocas veces vemos la tele, porque cenamos todos juntos en el césped, al fresquito de la noche y charlamos, reimos con las "gracias" de mi nieto Emilio con su media lengua, porque está empezando a hablar y corre trás "Pampa" la perrita de Iván para cogerla del rabo y recordamos anécdotas, comentamos películas... y nos dan las dos y las tres de la madrugada jugando a las cartas de la familia con mi nieto Marco que es también nuestro lector de preguntas del "Party" o el "TRivial" porque con sus cinco añitos ya sabe leer y dice que es mayor para acostarse temprano. Y cuando me acuesto veo por la ventana un trocito de cielo iluminado por el resplandor de la luna, oigo los ruidos del que entra en la cocina o el cuarto de baño, la voz de Marco hablando con su padre y alguien mandándolo a callar y !por fin! la luz del pasillo que se apaga y de repente el silencio y la oscuridad impregnan el aire y el sueño que se apodera de mis ojos, no sin antes dar gracias por lo que tengo.

Por la mañana, muy temprano, Antonio es el primero que se levanta y me baja la persiana para que el sol no me despierte. Coge la lista de la compra: leche, frutas, pescado, refrescos... los periódicos y que no falte las estampas de fútbol para el albúm de Marco. Al rato, la risa de Emilio me hace saltar de la cama para llenarlo de besos y aquí empieza la vida en mi casa.

Poco a poco, mi familia va despertando y como un goteo incesante ( somos en total once, "Pampa", el canario, la ninfa y una tortugita a la que Marco ha bautizado con el nombre de Capel) van llegando por la cocina a darme un beso y los buenos días y !como no! reclamar los desayunos de molletes tostados en una parrilla y untados de mantequilla o foi-gras, y el café o el Cola Cao o el "migao" de galletas y leche que tanto le gusta a Salvi. El andador de la "bisi" (mi madre, la bisabuela) me avisa que ya está despierta y ahora soy yo la que sale a su encuentro para darle el beso de los buenos días.

La casa se llena de vida y de carreras, de juegos de mis chicos, del trajín doméstico cada uno por un lado para dejar la casa en orden, la comida, la lavadora, subir a la azotea desde dónde se ve un trocito de mar, para tender la ropa... mientras la "bisi" da su paseito por el jardín cerquita de Antonio que riega las flores y cuida las jaulas de los pájaros que no paran de cantar y... nunca antes de las 12´30 h. salimos camino de la playa.

Mi playa es amplia, extensa y no se le ve el fin. Tiene una arena fina y lisa por dónde mi Emilito corre embalado camino de la orilla persiguiendo su sombra y levantando los bracitos como si fuera un pajarito que empieza a querer volar. Sobre ella Marquito juega al fútbol con su padre o a las paletas con su tita Tania o corre trás su tito Salvi para bañarse o jugar con Emilio en la orillita a perseguir las olas. En ella nos tumbamos a secarnos después del baño o leemos los periódicos bajo la sombrilla. Tiene unas aguas cálidas y transparentes muy ricas en sal y yodo que doran la piel rapidamente cuando nos bañamos con los niños y jugamos con ellos saltando con las olas y una orilla por donde paseamos camino de "las tres piedras" que con la marea baja, no son tres, sino una colonia de rocas que dejan ver un paisaje lleno de belleza, allí mostramos a los niños los camarones, cangrejitos y otras especies que por ellas habitan.

Y a la vuelta los manguerazos para quitarnos la arena y los gritos de los niños jugando en la piscinita que mi marido dejó llena para que el agua se ponga calentita. La comida en familia, las sardinas, los churrascos, los choricitos al infierno, la paella que nos hace Salvi, las jarras llenas de hielo con el tinto de verano que Antonio prepara de maravilla y la sandia fresquita cortada a trocitos. La irrenunciable siesta bajo el run run de los ventiladores... y por la tarde, los atardeceres en la playa, bañándonos bajo los rayos de un sol que se aleja despacito camino del horizonte.

Y el regreso hacia la casa dónde nos espera la "bisi" sentada en el porche charlando con mi marido que dedica muchas tardes a pintar la fachada (que por cierto, le ha quedado muy bonita) y la Pampa que corre como loca en nuestra busca... y otra vez el trasiego de las duchas, de los niños, de la cena, para terminar y comenzar de nuevo nuestras charlas, nuestras risas y nuestros juegos bajo un cielo estrellado, una suave brisa marina y el olor algo embriagador de la dama de noche.

Y así un día y otro hasta completar los veinte que allí hemos estado. No hemos echado de menos las salidas nocturnas al pueblo, o las comidas en el chiringuito, todo nos ha sobrado porque hemos vivido días felices, intensos, lejos de las preocupaciones y el stres y nos han servido para acercarnos aún más, compartir juntos la tranquilidad y sencillez de una vida al aire libre, llena de sol, playa y noches incomparables. ¿Se puede pedir más?

lunes, 30 de agosto de 2010

Mi casa de "Las Tres Piedras"

Prólogo.-

A finales del 98 compramos mi casa de la playa, la de"Las Tres Piedras" muy cerquita de Chipiona. Es una zona practicamente rural, que a mi me recuerda sobremanera mi antiguo barrio de la niñez, aquel en el que me crié rodeada de vecinos con las puertas de sus casas siempre abiertas, en el que no había luces alumbrando la noche, ni agua en las casas y en invierno las calles eran un lodazal de fango y en verano el polvo y la tierra seca se tragaba, haciendo aún más asfixiante los veranos, dónde la gente intentaba paliar esa sequedad regando con cubos de agua, la zona que lindaba con la puerta de tu casa.

En "Las Tres Piedras" tambien regamos la calle por las tardes, también cogemos agua de una fuente porque en las casas el agua de pozo no es potable, también los vecinos tienen sus puertas abiertas y se escuchan los sonidos de los quehaceres domésticos en la casa de al lado y las voces y risas en las tertulias de las noches. Noches como las de mi niñez, de cielo inmenso plagados de estrellas y por similitudes hasta hay un canal parecido al Tamarguillo, que cruzamos a través (!oh, coincidencia!) de un endeble puente de madera para llegar a la playa y dónde se escucha el croar de las ranas en unas aguas estancadas, que se consumen devoradas por la sequía y los yerbajos que crecen en ella.

A veces no sé explicarme por qué la compramos, porque aunque la playa ciertamente es estupenda, el entorno como anteriormente describo echaba hacia atrás y la casa a pesar de tener una buena estructura por fuera y amplitud, estaba sin terminar por dentro, excepto los tabiques y el cuarto de baño, carecía de todo lo demás: techos rasos, solería, puertas, ventanas... todo. Creo que unido a lo que nos pareció un módico precio, se unió o influyó mi enfermedad que en aquel momento hacia estragos y creí que en esa zona tranquila, cerca del mar, podía estar mi curación. Logicamente me equivoqué.

En esta casa he vivido como todo el mundo, malos y buenos momentos y toda ella está impregnada de esas vivencias, esos recuerdos que hacen que la consideres tu casa, que la sientas parte de tí, porque sus paredes han sido testigos del paso de una vida con su altos y sus bajos y no hay habitación, objeto, árbol, planta o trocito de césped que no te toquen esa fibra sentimental que todos llevamos dentro, entendiendo por sentimientos, todos, tanto los que enternecen y llenan de amor, como los que te enfurecen hasta llegar incluso a maldecir haberla comprado.

Este verano ha sido para mí especial, el mejor de los doce que llevamos vividos allí porque nos ha reunido a todos más que nunca y hemos pasado momentos realmente hermosos. Por ello, a pesar de que en un futuro no sé si la podré seguir conservando (la crisis ataca fuerte), aunque la pierda, siempre seguirá siendo mi casa de la playa, la que atesora en sus muros y flota en su ambiente la vida de mis veranos y los de mi familia y como en todo en la vida termina, sería un ciclo, una etapa que se cierra dando paso a otra nueva, que seguro nos traera nuevas sorpresas, ilusiones, frustraciones... la vida que no para de dar vueltas.

A continuación, arriesgándome quizás a cansar un poco (pido perdón por ello) pero es lo que me sale, no puedo abstraerme a contar la vida en la casa de un día cualquiera de los veinte que allí hemos estado, todos practicamente iguales, pero cada uno con su "puntito" que a la vez lo hacían ser un día diferente.

Continuará.

Saludos

!Hola! y saludos a mis seguidores y a todos lo que entran a leer estos "retales de vida" que poquito a poco voy plasmando con mayor o menor acierto en este blog.

Debo disculparme, porque ni siquiera escribí unas líneas de despedida a la entrada del verano, pero no tenía ánimos para meterme por diversas circunstancias que no vienen al caso. Pero pasadas las vacaciones y superados malos momentos, vuelvo con las pilas bien cargadas para volver a teclear en el ordenador y contar sentimientos, vivencias, historias... la vida tal y como la voy viendo y viviendo.

Gracias a todos por leerme, a los conocidos y a los que no conozco, pero que considero ya amigos. Para mí es un gran incentivo ver que trás la publicación de un post, el contador de visitas aumenta, porque aparte del placer que para mí representa sentarme a escribir, éste aumenta considerablemente cuando sé que mi escrito puede llegar a otras personas que serán partícipes durante unos momentos, de lo que cuento y siento.

Gracias especialmente a mis tres hijos, nueras y yerno que siempre me animan y apoyan y esperan con ilusión un nuevo post. Besos.

sábado, 19 de junio de 2010

Banda sonora de una Transición
















































Estos temas son un pequeña muestra de un gran número de cantautores y temas que nos hicieron vibrar con sus reivindicaciones, protestas, denuncias y ansias de libertad. Gente comprometida con la situación que vivíamos en aquellos momentos y que fueron en gran medida artífices del cambio que se estaba produciendo en nuestro país.

Fueron el lazo de unión entre la gente del pueblo que se veía plenamente identificada con sus canciones, con ellas sentimos, vibramos y nos emocionamos hasta las lágrimas. Por ello tengo que dar las gracias a esos hombre y mujeres que con su música y su poesía nos llevaron en volandas hacia la libertad.

La Transición (Epílogo)

El día 15 de Junio, fui a votar a mi colegio electoral con mi hija en brazos, porque para mí, mi niña era como el símbolo,la figura, el cuerpecito y la cara de esa democracia que se había gestado y había nacido al mismo tiempo que ella. Las dos llegaban, superando un gran número de problemas, sufrimiento y riesgo, pero demostrando que venían con mucha fuerza, con muchas ganas de vivir y de luchar.

El día amaneció esplendido, con el cielo azul, inmenso, irrepetible en ningún otro lugar del mundo por su belleza y su luz tan especial, acompañado del calor sofocante de un verano que llegaba empujando con fuerza. Salimos del hospital el día anterior porque mi convalecencia después del parto se complicó y tuve que pasar allí más días de lo esperado, pero al fin ese día tan deseado amanecimos las dos en casa.

Mi niña era preciosa y estaba sana y fuerte. El nombre elegido casi a última hora, encajaba perfectamente con los momentos que vivíamos: era nuevo, diferente, rompía con las normas tradicionales, tenía un poquito de reminiscencia "roja" porque era de origen ruso y encima sonaba muy bien. Mi marido a la hora de inscribirla en el Registro, ante la negativa a admitirlo, por considerarlo pagano (todavía viviamos sumergidos en las costumbres, normas y leyes franquistas) solicitó un permiso especial al Juez de Guardia para que lo aceptara, y !oh! sorpresa, éste lo autorizó en un documento que grapó a la solicitud, dando su permiso, eso sí, no sin antes hacerle prometer que la niña sería bautizada. Bueno, ya se empezaba a notar el cambio, aunque fuese tan sólo en esos pequeños detalles. Mi hija se llamaba Tania, a secas, sin el María que antes obligaban a poner.

La vestí de corto, contrariamente a la tradición del batón largo con lazo y puntillitas de encajes, le puse una ranita y un vestidito azul estampado de tirantas, que dejaban sus bracitos al aire. Mi niña tenía que ser diferente, porque la vida empezaba a ser diferente. Me la llevé a la calle para que respirara ese aire nuevo que flotaba en el ambiente y junto con mi madre, su abuela, después de votar, fuimos a que la conocieran sus bisabuelos, el "abuelo del bastón y el sombrero" como ella más tarde lo conocería por fotos, mi abuelo, aquél que luchó en la guerra, que estuvo condenado a muerte y después exilado, el que padeció con furia la represión franquista, y a su mujer, Dolores, que lo acompañó silenciosa y sacrificadamente en su vida. Ahora, ese día, vivían doble ilusión: volver a vivir en democracia cuando ya no lo esperaban y conocer a la que hacía el número seis de sus biznietos.

Y después con un calor agobiante y los pechos reventándome de leche, fuimos a buscar a su papá, que voluntariamente estaba de interventor por el PCE, en un colegio electoral. Allí en una esquina, sentada en una silla desde dónde divisaba todo: las mesas, las urnas, la gente votando, las cabinas con las papeletas electorales, las largas colas, el ambiente festivo... y a mi marido "vigilando" que todo se desarrollara con normalidad, amamanté a mi hija, que se agarraba a mi pecho con avidez, como si quisiera no sólo alimentarse, sino también llenarse de esos momentos únicos que las dos estábamos viviendo.

Despúes de tantas vivencias, emociones, ilusiones... cuando hoy, en la actualidad me topo con tanta corrupción, tantos intereses creados, tanta falta de valores, me pregunto ¿dónde están aquellos ideales?, ¿qué ha sido del sacrificio, la entrega, la lucha, de tanta gente?, ¿mereció la pena? Sí, por supuesto que mereció la pena, porque a pesar de todo vivimos en una sociedad libre, dónde nadie nos impone cómo tenemos que vivir, qúe tenemos que pensar, en quién tenemos que creer o con quién nos tenemos que relacionar y porque dentro de los fallos que los hay y los habrá, vivimos en un sistema democrático y en libertad.

A los que tuvimos el privilegio de vivir aquellos momentos trascendentales, tan llenos de tensión, lucha, riesgo, ilusión... nunca se nos podrá olvidar, siempre los llevaremos en nuestro corazón.

viernes, 18 de junio de 2010

La Transición V (... y un parto feliz)

Pasados los primeros meses en los que todo fue un camino de rosas y coincidiendo con la entrada del nuevo año, mi embarazo dio un giro importante. Muy al contrario con lo que generalmente suele ocurrir, me sentí peor, aunque no había problemas y el feto se iba desarrollando con total normalidad, empezaron a aparecer molestias , engordé más de la cuenta, comía con verdadera ansia, cogí una anemia severa que me producía un cansancio permanente y un sueño contínuo, me dormía en cualquier sitio, la ciática empezó a darme la lata y las piernas comenzaron a hincharse de forma alarmante a pesar de que estaba solamente de cinco meses.

Al mismo tiempo, el ambiente político se enrarecía azotado con virulencia por la estrema derecha de un lado y el terrorismo de otro. A ninguno de los dos extremos le interesaba el giro que tomaba el Gobierno de Suárez, allanando y preparando el camino a la democracia. Los intentos por desetabilizar el proceso se acentuaron y entramos en una espiral de atentados, terrorismo y secuestros casi continuados que nos hicieron temer lo peor, porque la sombra del golpe militar nos acechaba. Puede decirse que los meses comprendidos entre Enero y Junio de 1.977 fueron los más difíciles y conflictivos de la Transición, pero felizmente y gracias a la lucha de la gran mayoría de la sociedad, partidos y especialmente el gobierno y la monarquía, pudimos superar, sorteando con verdadera maestría, cada uno de los obstáculos que continuamente se cruzaban en el camino emprendido.

El mes de Enero fue especialmente trágico y sangriento: el 24 sobreviene la matanza de Atocha, en la que elementos de Fuerza Nueva, grupo fascista, seguidores de Franco, acaban con la vida de cinco abogados laboralistas del Partido Comunista, en su propio despacho. El GRAPO, grupo maoísta, secuestran al Teniente General Villaescusa y al Presidente del Consejo de Estado, Antonio Oriol y ETA asesina a tres policias.

Las revueltas en las calles, las protestas por los acontecimientos, los enfrentamientos entre fascistas y demócratas no cesan. Las provocaciones de la extrema derecha en la calles, son consentidas por una policia dirigida todavía por mandos fascistas y los militares conspiran para un golpe que pudo ser abortado a tiempo, gracias a la intervención del Vicepresidente del Gobierno, General Gutierrez Mellado. Santiago Carrillo deja el exilio y entra clandestinamente en España, dejándose ver en la capilla ardiente de los abogados asesinados y se queda aquí, dónde empieza sus contactos con jefes de otros partidos, sindicatos e incluso se reune en secreto con Suárez. En medio del caos, se promulga el decreto de aministía para los presos políticos y el 9 de Abril, coincidiendo con la Semana Santa y aprovechando este momento vacacional, el Gobierno legaliza el Partido Comunista de España en el llamado desde entonces Sábado Santo Rojo. El 28 se legalizan los sindicatos y finalmente el 13 de Mayo, llega de la URSS, Dolores Ibarruri, La Pasionaria.







Esta legalización junto con la desaparición del símbolo falangista del "yugo y las flechas" en la Secretaría General del Movimiento, fue otro gran varapalo para los franquistas, que nuevamente, tambaleó fuertemente el proceso de la Transición.


A pesar de todo, la gestación hacia la democracia siguió su curso. Cuando todos creíamos que se malograba estrangulada por esa cadena de acontecimientos que se repetían uno tras otro, contra viento y marea y pasito a paso se superaban problemas y nos acercábamos al final. Las primeras elecciones libre, las que nos traería una democracia acorde con los nuevos tiempos y con la vieja Europa se celebrarían el 15 de Junio de ese histórico y ya mítico año 1.977.

Viviendo con intensidad esos duros y difíciles momentos, avanzaba en mi embarazo y avanzaba en mi formación política. Cumplí lo siete meses con una barriga enorme y las piernas hinchadas como botas, cojeaba ostensiblemente por el peso que mi cuerpo sostenía de cerca de 20 kgs. más sobre el que tenía y por una ciática que me machacaba, los ardores me obligaban a comer continuamente regaliz para aliviarlos y mi niño/a (en aquella época, todavía no se podía saber el sexo) se movía sin parar ocasionándome fuertes molestias al presionarme las costillas. Empezamos a comprar ropita, chupetes, biberones...y a elegir nombres: Iván, fijo si fuera niño; Patricia, Almudena, Amanda, Claudia... si fuera niña.

Con todo a cuesta, embarazo, más doble peso, más piernas hinchadas... empecé a incrementar las salidas a reuniones informativas, mítines, manifestaciones y conciertos. No me importaba, olvidaba el malestar o mejor dicho, lo aparcaba. Creo que llegué a hacer un pacto con mi niño/a o creo que a mi niño/a, también le iba la marcha o mejor, le llegaban las buenas vibraciones que su mamá vivía en esos momentos, y esos golpes y movimientos bruscos que me "regalaba" casi a todas horas, se suavizaban con las charlas sosegadas, ilusionantes al lado de los amigos o al son de la música y las canciones reivindicativas de una gran lista de cantautores que supieron transmitirnos con sus letras, sentimientos, esperanza, ilusión en la lucha por una vida mejor. Gocé y viví intensamente aquellos momentos irrepetibles, me los bebí con avidez exprimiéndolos hasta la última gota. Me sentía protagonista de lo que acontecía: emocionándome con un mechero encendido en la mano, escuchando en el "Lope de Vega" a Carlos Cano cantando "La morralla" o "El Salustiano" o "Verde y blanca". Con el puño en alto y la barriga hasta la boca coreando "El pueblo unido, jamás será vencido" al son de Kilapayún en la Plaza de España o aguantando las tres horas de pie, sujetada a la cintura de mi marido y las piernas a punto de estallar, escuchando en un patio de Instituto, al uruguayo Quintín Cabrera, cuando cantaba sobre su pais, machacado por la dictadura, aquello de " Que vida tan diferente, la mía y la suya, Sr.Presidente".

Las calles se empapelaron de carteles con imágenes por doquier, de Felipe, de Suáres, de Carrillo.., el puño y la rosa, la hoz y el martillo, el yugo y las flechas... los mítines, las fiestas de los partidos, la banda sonora de "Libertad sin ira, libertad", los descamisados, las barbas de los progres, los fachas repeinados, la lluvia de las octavillas lanzadas al aire, los consejos en la tele, la alegría, la solidaridad, el respeto... Todos participamos en esa explosión arrolladora de vida, de expectación, de lucha y nadie nos podía ya arrrebatar esa democracia que estaba a punto de nacer.

Y en ese ambiente festivo de calles empapeladas y mítines políticos, un domingo casi despuntando el día un dolor sordo me despertó. Los dolores de parto acababan de empezar. Iván o Patricia, Almudena, Amanda... !no! por fin decidimos su nombre, si era niña, se llamaría Tania, llamaba a la puerta.

Después de muchas horas de sufrimiento, de un parto difícil, el lunes 6 de Junio, llegó al mundo mi hija, Tania, nueve días antes de la fecha en que se celebrarían las primeras elecciones deemocráticas en nuestro país. Nacía con la democracia y empezaba a vivir de la mano de ella y a la par que ella. Se cumplía mi sueño, mi hija tendría la dicha de crecer en un país libre.

viernes, 11 de junio de 2010

La Transición IV (Una gestación dificil)

La boda fue sencilla, cálida y emotiva. Arreglamos un local junto a la iglesia de San Bernardo. Preparamos las mesas, compramos aperitivos, lo típico de toda la vida: las gambas, el queso, el jamón... llenamos las neveras de botellines y el colofón de la tarta como postre final. Estuvieron toda la gente que queríamos: nuestras familias respectivas, nuestros amigos y nuestros compañeros de trabajo y disfrutamos de una noche inolvidable en la que nos sentimos queridos y arropados por todos.
Volví de mi viaje de bodas, negra como un conguito, consecuencia de los larguísimos días de verano expuesta al aire, al sol y al agua de un mar Mediterraneo que me impresionó por su color, transparencia y belleza. Me corté el pelo casi al milímetro y recuperé 4 0 5 kgs. que me vinieron muy bien. Me veía guapa y me sentía otra persona, era feliz, estaba radiante por la experiencia vivida y me gustaba mi nueva vida. Ansiaba empezar mi rutina después de un mes de vacaciones, volver al trabajo, dirigir mi nueva casa, salir con mis amigos, estar con mis padres y contarles con todo lujo de detalles lo que había conocido, los parajes maravillosos de Mallorca y lo que había aprendido. Me encotraba fuerte e ilusionada para empezar mi nueva vida junto a mi marido y a poder ser cuanto antes con un hijo.
Paralelamente a mi vida, la política se aceleraba, recuperaba fuerzas. Suárez en consonancia con el Rey, también emprendía con fuerza e ilusión un proyecto complicado, para ir reparando una España malherida, ahogada por las presiones y problemas de toda índole que la abordaban sin piedad: falta de recursos, aislamiento europeo, paro, conflictividad laboral, terrorismo, inflación, crisis económica y presiones políticas de ambos bandos: los nostálgicos seguidores de un regimen caduco y los aperturistas, soñadores de una nueva realidad más acorde con los tiempos que vivíamos.
Y así llegamos a Septiembre después del lapsus vacacional de Agosto. Tiempo para empezar a poner en práctica lo que en nuestras mentes ya habíamos programado, diseñado con tanta energía, tiempo para construir unos cimientos fuertes que pudieran sostener sin riesgos de derrumbes una vida nueva, mejor para los españolitos que irían llegando a un país libre, abierto a la modernidad y la innovación, lleno de luz, de color, desterrado !por fin! el blanco y negro de décadas pasadas. Y en mi caso, un hogar, un pequeño símil de esta España en construcción, para los hijos que quisiéramos tener.
Aquí se cierra el prólogo que dió paso y preparó el camino para lo que
llegaba irremediablemente: comenzaba la gestación de una vida nueva.
El verano llegaba a su fin, eran esos días en los que empiezas a mirar que ropa tienes para el invierno, a sacar mantas, a preparar la casa para el frío que va llegando, días en los que te recoges más temprano por las noches y en las calles ya más solitarias, empieza a notarse que el otoño está llegando. Fue en esos días cuando sospeché que podía estar embarazada, había motivos sobrados para ello y el corazón se me aceleró. Compré el Predictor, que acababa de salir al mercado sin comentar nada a nadie y lo dejé preparado antes de salir por la mañana hacia mi trabajo. Cuando volviera a las dos de la tarde, allí encontraría la respuesta a mi consulta.
Subí las escaleras corriendo, el corazón se me iba a salir por la boca, entre derecha al dormitorio. Todo estaba como lo dejé, la cama sin hacer, el pijama sobre la almohada, las zapatillas cada una por un lado y en la mesilla, junto al libro que estaba leyendo, el soporte sujetando el tubo con el preparado. Me temblaba la mano cuando lo cogí, el corazón seguía palpitándome con fuerza, me senté en la cama tratando de sosegarme, de tranquilizar mi corazón y allí estaba el circulito rosa anunciándome que estaba en camino mi primer hijo. Me eché hacia atrás en la cama, acaricié mi barriga con ternura y allí me quedé saboreando sóla ese momento maravilloso de saber que dentro de mí ya latía una nueva vida y deseosa de que mi marido llegara para darle la noticia. Mi embarazo acababa de comenzar cuando el mes de Septiembre llegaba a su fin.
Coincidiendo con esta fecha, Suárez presenta el Rey el "Proyecto para la Reforma Política" y se convoca la fecha del 15 de Diciembre de ese mismo año, para la celebración de un Referéndum Nacional. Empezaba de esta manera el proceso de cambio que nos llevaba hacia la democracia.
En Diciembre, de cuatro faltas y ya vestida de pre-mamá, recorrí 6 o 7 colegios electorales hasta llegar al mío. Los censos estaban mal hechos, había gente, como en mi caso, que no aparecía por ningún sitio y otros que figuraban en varios a la vez, faltaban listados, información... pero, al igual que yo, la gente buscó, pateó colegios, revisó listas y no se dió por vencida hasta encontrar su sitio y !votar! Había una ilusión enorme, era la primera vez que votaríamos y nadie quería quedarse atrás, todos queríamos sentirnos protagonistas del momento trascendetal que vivíamos.
La consulta en Referendum obtuvo un 94% de votos favorables. La gestación para la democracia se desarrollaba sorpresivamente con total normalidad de momento.
En esos meses últimos del año 76 y ya embarazada empecé, empezamos mejor dicho, mi marido y yo nuestro aprendizaje político. Había un compañero de trabajo de Antonio que pertenecía al Partido Comunista en la clandestinidad y bajo el dictado de éste, comenzó en el centro de trabajo, digamos que la alfabetización política de sus compañeros, empezó a adoctrinarlos en dicha materia, a explicarles por lo que se estaba luchando, qué era la democracia y que podíamos conseguir con ella, cómo nos habían reprimido a todos los niveles, cómo nos habían aborregado y engañado, cómo actuaban los sindicatos, los partidos políticos existentes... todo, porque no sabíamos nada y poco a poco se nos fueron abriendo los ojos y fuimos comprendiendo. Mi marido me contaba todas las noches ya acostados lo que ese día le había explicado y el interés y la curiosidad entró en mi cuerpo. Me iba con él a las reuniones, conocí a sus compañeros y empecé a instruirme por mi cuenta, todos los ratos libres devoraba libros, revistas, folletos, discursos, biografías prohibidas que nos facilitaba este compañero y ví la luz y comprendí lo que había pasado y lo que queríamos que pasara.
Soñé con un mundo mejor para ese ser que llevaba dentro de mis entrañas y me volví loca de alegría e ilusión. Vivía doble embarazo, el mío y el que se gestaba para traernos la libertad que ahora añoraba aún sin haberla conocido antes.
(Continuará)

sábado, 5 de junio de 2010

La Transición III (Un matrimonio deseado)
























Pasados los primeros momentos de duda, preocupación e incluso miedo, y a la vista de que todo aparentemente seguía igual, pensé (pobre de mí) que gracias a Dios, todo había quedado en un susto, en la pérdida de un líder que nos había sabido guiar magistralmente y que como era de esperar había demostrado que incluso después de muerto seguía gobernando. Todo estaba controlado y el famoso "atado y bien atado" daba sus frutos y la vida seguía fluyendo con total normalidad.

El Rey confirmó en la Presidencia de Gobierno a Carlos Arias Navarro y éste rodeado de la misma Corte franquista, seguidores acérrimos de Franco siguió actuando y gobernando al dictado de los ideales y postulados que durante 40 años nos habían impuesto. Sólo había una diferencia primordial y es que el dictador ya no estaba y no todo el mundo estaba dispuesto a seguir sometido. La vida era difícil, el paro alarmante, una inflación disparada, las diferencias de clases cada vez más acentuadas... pero estábamos acostumbrados, eramos conscientes de todo pero lo veíamos no sólo con normalidad, sino incluso como algo natural, la vida era así, siempre habría ricos y pobres y la separación entre ellos era un hecho, era cuestión de suerte nacer en un lado o en otro y según donde se cayera, habría o no privilegios, ventajas, comodidades.
Más tarde supimos que durante esos primeros meses posteriores a la muerte de Franco, que el pueblo llano vivió como si el dictador siguiera vivo, pasaron y se cocieron hechos trascendentales, los hilos se movían incesantemente manejados magistralmente por el Rey y se fueron poniendo y construyendo los cimientos para levantar la ansiada democracia.
Los historiadores, los estudiosos de la transición no terminan de ponerse de acuerdo en la fecha en que puede darse por concluido el proceso, unos lo terminan con las primeras elecciones, otros lo hacen coincidir con el fallido golpe de militar de Tejero, o con la aprobación de la Constitución o con la llegada del PSOE al gobierno en el 82... yo lo tengo claro, para lo que fueron mis vivencias, mi percepción de aquellos momentos, lo tradusco a un embarazo, nueve meses comprendidos entre mediados de Septiembre del año 76 hasta mediados de Junio del 77. Una gestación difícil, dura, con síntomas abortivos y complicaciones, pero llena de ilusión, expectación, esperanza y fe que terminó alumbrando felizmente a una recien nacida democracia, que todos acogimos con la mayor de las alegrías y a la que como cualquier recien nacido, rodeamos de atenciones, mimos, cariño y como no una gran dosis de inexperiencia.
Seguí mi vida como siempre. Mi trabajo, mis amigos, mi familia, mi novio, los preparativos de mi boda, el montaje de nuestro piso y un viaje de novios que programábamos para hacerlo en pleno verano, queríamos sol, playa y salir por primera vez de Sevilla en un viaje que se nos antojaba exótico (seguro que a la juventud de hoy os dará la risa) ya que montaríamos por primera vez en avión y conoceríamos Mallorca dónde disfrutaríamos por primera vez de total libertad para querernos, dormir juntos, conocer sitios nuevos, paisajes, gente, costumbres... que nunca imaginamos conocer.
Nos casamos el 17 de Julio de 1.976 un día antes de la celebración de la fiesta más importante del año desde el final de la guerra civil y el comienzo de la dictadura franquista, el famoso 18 de Julio, el día que se conmemoraba por todo lo alto el "Alzamiento Nacional", el día en que según los franquistas, las fuerzas nacionales se alzaron para salvar a España del caos en el que nos había metido la República y que nos arrastraba sin remisión por el camino del conflicto, el paganismo y la pérdida de valores morales. Ese año 1.976 aún muerto Franco, se celebró con la misma pompa de siempre, se volvió a recordar la vida del dictador, la muerte, los logros conseguidos bajo su mandato, se cobró como siempre la paga "extra" del 18 de Julio que el Estado "regalaba" a los trabajadores como premio a nuestra lealtad al regimen. Sería el último 18 de Julio. El año siguiente ni se mencionó, ya vivíamos en democracia y el trabajador no cobró el "premio" de la paga del 18, cobró la paga extra de verano única y exclusivamente por su trabajo, nadie nos regalaba nada.
Estaba tan absorvida por mi vida en esos momentos, por los preparativos finales de una boda que estaba a la vuelta de la esquina, que ni siquiera dí importancia a un hecho trascendental que marcaría el futuro del país.
Las contínuas discrepancias entre el Rey y el Presidente Arias Navarro, originadas por la insistencia del último de preservar el legado de Franco y negarse a cualquier gesto de apertura, sumado a los graves acontecimientos que continuamente se sucedían en las calles a cuenta de las duras represiones de las fuerzas de orden público, propiciaron su cese. Era el 1 de Julio cuando D. Juan Carlos forzó la dimisión de Arias y el día 3 del mismo mes, nombraba como sucesor del mísmo a D. Adolfo Suárez, con lo que se produce un "matrimonio" entre ambos de cuya unión y con el apoyo de Partidos clandestinos, sindicatos, fuerzas sociales, nacería meses más tarde la tan deseada democracia. Suárez fue muy mal recibido por todos los sectores aperturistas que veían en él una continuación algo suavizada del regimen, pero a fin de cuentas lo mismo otra vez. No pasó mucho tiempo para que Suárez demostrara que estaban equivocados, demostró con su trabajo, con su gran capacidad negociadora, con su mano izquierda para aplacar las voces airadas de los franquistas, que era capaz de comenzar un proyecto, una gestación que se presumía muy difícil y complicada pero que llevó a buen término.
Sólo 14 días despúes, yo también comenzaba una nueva andadura en mi vida, coincidiendo paralelamente con los acontecimientos irrepetibles que empezábamos a vivir. Yo tambien contraía un matrimonio.

viernes, 14 de mayo de 2010

La Transición II (Juan Carlos I Rey de España)

Fueron dos días de luto acérrimo, días en que todo lo que se oía en la radio, en la tele, era música militar o clásica, en los que solo veíamos la biografía de Franco, los discursos de Franco, Franco cazando, pescando, inaugurando pantanos, Franco con prismáticos en la guerra, Franco aclamado, vitoreado, la película de Franco "Franco, ese hombre", el testamento de Franco... y su muerte, la capilla ardiente por dónde vimos desfilar incansablemente miles y miles de personas en colas interminables y las muestras de dolor no pocas veces patéticas que hasta nos hacían reir (que ya era difícil) a pesar del miedo y la preocupación existente. Resumiendo y para no cansar, bombardeo total y absoluto en todos los medios de comunicación: prensa, radio, televisión, sobre la vida y obra del dictador y parálisis de la vida en el país, porque todo parecía congelado alrededor de la "suprema" noticia que justificaba por sí misma e incluso alentaba ese parón.
De esos dos días, recuerdo las calles desiertas y los bares llenos pero silenciosos con la gente pendiente de la tele, el miedo en muchos rostros, la música militar y las canciones e himnos de Falange como banda sonora del momento, mi pena por lo que creía una pérdida irreparable, mi incertidumbre y la cara de mi padre, bastante castigada ya por la enfermedad, de preocupación.
Después de dos días en los que casi nadie se despegaba de la tele y corría a sus casas a la salida del trabajo, tuvimos un paréntesis en el duelo para celebrar la proclamación de Juan Carlos como Rey de España ante las Cortes:
"Señores Procuradores, Señores Consejeros, desde la
emoción en el recuerdo a Franco: !Viva el Rey! !Viva España!"
Eran las 12'30 horas del día 22 de Noviembre de 1.975 y las calles estaban desiertas, la gente era consciente de vivir un momento histórico. Cuando con voz firme D. Juan Carlos, leyó su discurso, su lectura fue como una corriente de aire fresco que entraba en nuestros pueblos, en nuestras calles, en nuestro hogares y que al menos por ese día, barrió y refrescó los tensos, recargados y lúgubres días anteriores.
Frases como "que nadie espere una ventaja o un privilegio" o "el Rey quiere serlo de todos y de cada uno en su cultura, su historia, su tradición" o "Europa debe contar con España y los españoles somos europeos", se recibieron por parte de los sectores en la clandestinidad que luchaban por el cambio, con escepticismo (no confiaban en esa persona impuesta por Franco), pero a la vez con algo de esperanza, porque esas frases, parecían llevar un mensaje de apertura.
Después, volvimos nuevamente al duelo, el entierro en el Valle de los Caidos, los rostros serios, compugidos, incluso llorosos de los seguidores del regimen, ministros, consejeros, falangistas... el féretro portado por familiares, su viuda enlutada con el velo cubriéndole la cara y los Reyes presidiendo el cortejo fúnebre.
Pasados los largos días de luto, nada. Y cuando digo nada, quiero decir que la vida aparentemente siguió igual que antes de su muerte o al menos así lo parecía.
(Continuará)

domingo, 9 de mayo de 2010

La Transición I (La muerte de Franco)


Me despertó el ruido metálico que las tablillas de madera de la persiana, hacían al chocar contra la reja de la ventana de mi dormitorio. Desperté algo sobresaltada, la habitación estaba en penumbra, gracias al suave reflejo de la luz que se colaba por la ventana, procedente de una farola apostada en la calle justo al lado de mi casa. Me mantuve un momento expectante, inmóvil y volvió a repetirse el tecleo de la persiana, pero esta vez pude ver la silueta de una sombra que insistía en la llamada. Al momento pude un escuchar un murmullo soterrado, casi mudo, pero que en el silencio de la noche oí con claridad: "Sá muerto Franco".
Lo recordaré toda la vida, porque fue uno de esos momentos que quedan tan grabados en tu cabeza, que siempre por muchos años que pasen, recuerdas con todo detalle lo que hacías ese día, esa hora o incluso minuto tan transcendentales o impactantes.
Era la madrugada del 20 de Noviembre de 1.975 el día que trás una agonía de más de un mes, moría el "Generalísimo Franco", "El Caudillo", el dictador que gobernó con mano de hierro durante 40 años los destinos de España.
Para comprender un poco lo que supuso un acontecimiento de tal magnitud en una sociedad reprimida, narcotizada, desinformada y totalmente analfabeta en temas políticos, tendría que explicar al menos de pasada, que salvo sectores específicos (a los que más abajo mencionaré), la gran mayoría de la población vivíamos apoyando a un regimen, a un dictador al que creíamos nuestro salvador, el que nos "libró" del caos y la anarquía, el que ganó una guerra cruenta y nos condujo por el camino del orden, la paz y el progreso.
No era extraño que fuera así, en los colegios desde pequeños convivíamos con la foto de Franco y cantábamos el himno de Falange "Cara al Sol" en el patio, antes de entrar en clase. En los libros de texto, aparecía como el "Caudillo" que nos había salvado de las "hordas rojas", éstas representadas en viñetas dibujadas como demonios con cuernos y rabos incluidos, no se mencionaba nada de golpe militar o sublevación sino de salvación al triunfar venciendo a los enemigos de España que nos querían esclavizar. No se estudiaba los sistemas políticos que imperaban en Europa o el resto del mundo y se aprovechaba cualquier acontecimiento o noticia extranjera para criticar la forma de vida de una sociedad considerada libertina, que no liberal, materialista y falta de valores morales y espirituales.
En los hogares, los mayores que habían vivido la tragedia de la guerra en sus carnes, no osaban abrir la boca, asustados y escarmentados por las experiencias vividas, sólo querían que sus hijos vivieran y crecieran en paz, considerando que la mejor manera era mantenerlos alejados y desinformados de lo que pasó en realidad.
Los periódicos, la televisión, el cine, padecían una censura feroz y por supuesto un gran número de escritores, poetas, filósofos... importantísimos tanto españoles como extranjeros, no tenían hueco en nuestras librerías.
Hasta la muerte de Franco, la gran mayoría ni siquiera conocía la palabra democracía y ni que decir de lo que significaba. De esta manera, creo, se puede comprender la incultura política y la represión que padecíamos y lo peor de todo era, que ni siquiera éramos conscientes de ello y del déficit tan enorme que en ese sentido padecíamos.
La noticia no por esperada, dejó de ser traumática, temida e indeseada para la gran mayoría, entre los que me encontraba. Sé que puede sorprender en estos tiempos que se temiera la muerte de un dictador que podría suponer la liberación y el fin de un regimen totalitario, pero para nosotros como arriba explico no era así. Nosotros nos sentimos perdidos, desamparados, había llegado el tan temido momento que durante toda nuestra vida habían alentado y con la que nos habían machacado continuamente "el día que muera Franco, se liará otra vez y volverá la guerra".
Nos lo creíamos " a pie juntilla" porque eramos ajenos a que no todo el mundo vivía en la ignorancia. Como arriba comentaba, había sectores de la sociedad que se movían, que llevaban preparándose años para este momento y que al contrario que nosotros, celebraron esta muerte con toda pompa y alegría. Había organizaciones clandestinas, que operaban desde el primer momento de la dictadura y en contacto siempre con los líderes políticos de los principales partidos en el exilio (PSOE, PCE) y cuyas ramificaciones se extendían y operaban entres dos sectores sociales cruciales: el mundo obrero y agrario y el mundo universitario.
El primero, en las fábricas, en el campo, la población más explotada y reprimida, con las peores condiciones para sobrevivir. Allí se introducían cédulas clandestinas como acicate para animar, informar, empujar e infundir valor para rebelarse y protestar por las injusticias y la situación en que vivían. El segundo sector y muy importante: el estudiantil. La Universidad, catedral del conocimiento, la base dónde debe apoyarse una sociedad que quiere crecer y prosperar. En este mundo, al regimen ya le era imposible engañar, fingir o tergiversar a su antojo. Los estudiantes tiraban de los hilos necesarios para documentarse y comprendieron que no podíamos seguir viviendo aislados del resto del mundo y empezaron las revueltas, las protestas, la unión con la clase obrera y ya en los últimos años del franquismo, el rebaño sumiso y obediente que habíamos sido durante 40 años, empezó a levantar timidamente sus cabezas.
El acontecimiento me pilló a punto de cumplir 22 años y a 8 meses de celebrar mi boda. Trabajaba de secretaria en una importante Empresa catalana y me había permitido el lujo de comprarme el 133, un utilitario que la Seat lanzó al mercado como sustituto del mítico Seat 600. Firmé no sé cuantas letras de cambio para pagarlo y para no tener que cizar ni una peseta al sueldo que necesitábamos en casa, me apunté a hacer todas las horas extras habidas y por haber que salían, durante las que "aporreaba" sin descanso una "Olivetti" ya !por fin! eléctrica, en la que transcribía sin descanso informes y proyectos sobre repoblaciones de eucaliptos en los montes de nuestra Comunidad.
En un barrio, que ya no se denominaba barrio, sino "Núcleo Residencial" que sonaba mejor y más moderno, habíamos comprado mi novio y yo, un piso. Un piso dentro de ese "Núcleo" que a pesar del pomposo nombre, quedaba en aquellos tiempos alejado, aislado en las afueras y rodeado de campo. Sin línea telefónica ni servicio de autobuses, salvo el que pasaba para Alcalá, pero que para nosotros era precioso y lo arreglábamos con una ilusión tremenda.
Salvo la enfermedad difícil y penosa de mi padre, la vida se portaba bien. Atrás habían quedado los tiempos tormentosos de la lucha entre mis padres y mi novio y ahora vivía relajada y feliz y aunque bien es cierto que no teníamos ni un duro, porque todo era para pagar, tuve la suerte de tener un grupo de amigos, mi hermano y cuñada inclcuidos, con los que nos divertíamos.
Por eso aquella madrugada, por un momento, todo se tambaleó en mi mente y el temor a un futuro incierto y a que pudiera peligrar todo lo que con tanto trabajo había ido consiguiendo, se apoderó de mí.
(Continuará)

jueves, 6 de mayo de 2010

Y viví la Transición

Me gusta leer todos los días el periódico, al tener poco tiempo, acostumbro normalmente a dar un repaso ligero ojeando los titulares, para después con más detenimiento, ir parando en la página en la que una vez echado el primer vistazo, atrae mi interés o curiosidad.
Generalmente me detengo en las noticias locales y nacionales, pasando un poco de las andanzas de Obama, Sarkozy o Merkel, de las guerras de Afganistán o Irak, del armamento nuclear de Irán o la interminable matanza entre israelitas y palestinos. No porque considere que no sea importante para mí, ya sé que vivimos en un mundo globalizado y nada de lo que en él ocurra me puede ser ajeno o indeferente, porque todos estamos en el mismo saco, sino porque he comprobado que lo paso realmente mal, sufro por la gente inocente que muere o malvive, sufro por las catástrofes que siempre sobrevienen a los más débiles y por los daños ecológicos conque continuamente machacamos al planeta. Y como me veo impotente y no puedo solucionar nada, prefiero pasar y como se suele decir "que sea lo que Dios quiera" o "ojos que no ven, corazón que no siente".
En las locales me inclino por el urbanismo en mi ciudad, las obras que están en proyecto, las mejoras del tipo que sean que se llevan a cabo, las exposiciones o espectáculos que se celebran... paso de política, de Griñán, Monteseirín, Torrijos, Arenas y compañía, porque los veo a todos como unos "chupópteros" ( palabreja acuñada por Jose Mª García en su mítico programa "Super García", como calificativo a los aprovechados de turno, que ostentaban algún cargo), interesados y corruptos y paso de ellos.
En cuanto a las nacionales curiosamente es todo lo contrario, me gusta leer todo lo relacionado con la política y la economía, creo que aún me quedan reminiscencia de un pasado en los que viví fervientemente todos estos temas con ilusión, quizás inconscientemente intente volver a ese estado, cosa, por otro lado, imposible.
Después quedan dos apartados de los que no puedo prescindir, el editorial o comentario de la dirección del periódico sobre el tema candente del día y los artículos de los columnistas porque me gusta enterarme de las opiniones que sobre noticias de la actualidad, tienen gente preparada: escritores, periodistas, intelectuales, catedráticos... fuera aparte de que comparta sus ideas u opiniones o no, pero es cierto que siempre se aprende algo, o analizan el tema desde otro punto de vista, que no pocas veces me han hecho cambiar el mío, o al contrario comparas y te reafirmas más en tus pensamientos e ideas.
Todo este prólogo viene a colación, porque intento explicar que quiero mantenerme al día sobre lo que pasa, sobre la actualidad, especialmente política y social de nuestro país y cómo a la vista de lo que leo y veo me es imposible evitar el "cabreo". Por ello, la decepción y el desencanto han hecho mella en mí y en mucha gente de mi generación que tuvimos el privilegio de vivir unos momentos históricos cruciales. Momentos en los que creimos con una fe absoluta y a la que nos agarramos con fuerza para hacer realidad unos ideales que no podíamos ni queríamos dejar escapar. Y viví la Transición.
(Continuará)

viernes, 2 de abril de 2010

"El Candela" final

Todo lo fue dejando a un lado p or estar con ella y ella segura de sí misma ante él, aprovechó el momento para "acapararlo" al máximo y de esa manera ir desligándolo poco a poco de esas amistades y esa vida que no le gustaba, ni aceptaba.
Faltaba a sus clases de tarde para estar con él, para ocupar todas sus horas libres
y las vivían a tope, a su aire, sin trabas, libres para hacer lo que les apetecía toda la tarde. Paseaban, tomaban el sol del invierno tumbados cerca de las vías del tren, allí dónde terminaba el barrio, o se metian en el cine cuando reunían dinero para las entradas o simplemente se sentaban en un banco de su placita preferida,dónde charlaban, reían o él le cantaba al oido el último fandango aprendido, que a ella tanto la emocionaba.
Ante todo esto, ante la tozudez que ella mostraba, la intransigencia de sus padres fue cediendo hasta terminar por aceptarlo, al fin y al cabo sólo querían verla felíz.
Se casaron a los nueve años de ese primer día que se vieron y bailaron "agarrados" canciones de amor, después de sortear un gran número de obstáculos que parecían no iban a poder salvar.
Se podría decir que fueron felices y comieron perdices como en los cuentos, pero la vida es mucho más que un cuento, la vida es una dura batalla sobre ella mísma, en la que unas veces se gana y otras se pierde y ello conlleva dolor y llanto, risas y alegrías, miedo, ilusión, frustración, esperanza... y así ha sido sus vidas, en un contínuo balanceo, oscilando a uno y otro lado, pero siempre juntos, agarrrados de la mano, sorteando obstáculos y problemas y gozando de todo lo bueno que la vida les ha ido enviando. Unas veces tiraba él de ella, otras, ella de él y así han llegado hasta hoy, un hoy todavía de lucha, de trabajo y de ilusión por conseguir metas ya más bien reflejadas en esos nietos que les remueven el alma con sus miradas.
"El Candela" cumple ahora 59 años y sigue conservando esa "gracia", esa "frescura" que a ella tanto le atrajo y todavía después de 45 años juntos, él le dice un montón de veces al día que la quiere más que a nadie y todavía cuando a las tres de la madrugada, sale para el trabajo, repitiendo la andadura que comenzó con ocho años, la arropa con ternura mientras duerme y le besa las mejillas y los labios, y le da siempre las gracias por haberse cruzado en su camino.
Y ella ahora, por su cumpleaños, decide escribirle y que todo el mundo sepa, que a la que le corresponde dar las gracias es a ella. Y me hace llegar una misiva porque quiere que se la publique en este humilde blog y quede impreso para siempre, esta historia de amor, para que él pueda leerla cada vez que quiera y sus hijos y nietos conozcan un poquito más de sus vidas y su cariño.
"Al hombre de mi vida, "El Candela":
¿Por dónde empiezo? ¿De que manera te puedo transmitir lo que siento? Me dejo llevar por mi memoria y viajo en el tiempo. Salto de una imagen a otra, de un recuerdo a otro, una canción, unos sentimientos... y me doy cuenta de que la andadura ha sido larga y que ya llevamos muchos años juntos, años en los que tú y yo sabemos y siempre quedará para tí y para mí en nuestros corazones, lo que la vida nos ha deparado. Tú y yo sabemos que ha habido momentos muy difíciles, duros, de los que parece no se va a poder salir, pero que hemos conseguido salvar a fuerza de comprensión, de echarnos no sólo una mano, sino el corazón y el alma para tirar del que pasaba esos momentos malos que tanto tú como yo hemos padecido. Por eso, porque no todo ha sido un camino de rosas, aunque el olor y el color de ellas ha predominado sobre las inevitables espinas, hoy quiero decirte lo que guardo en mi corazón y que tanto me cuesta decirte cara a cara (mi inevitable timidez):
Gracias por haberte conocido, por haberte cruzado en mi camino aquel domingo frío y desapacible, porque has sido, eres y serás el hombre de mi vida. Gracias por quererme de esa manera tuya, desinteresada, auténtica, falta de egoismo. Gracias por cuidarme y estar a mi lado en esas "malas" noches de mi enfermedad. Gracias por esos tres hijos que me has hecho, que son mi orgullo y felicidad. Gracias por dejarlo todo por mí y por vivir para mí. Gracias por parecerte siempre la mejor en todo. Gracias por tu trabajo, por esas duras madrugadas de invierno que no te han pesado, para que no nos faltara de "ná". Gracias por sobrellevar a mi lado en nuestro piso de recien casados, la dura enfermedad de mi padre y contribuir en gran medida a que fuera feliz a nuestro lado en sus últimos años.Gracias por tu alegría, tu optimismo, tus palabras de aliento cuandome vengo abajo. Gracias por ese amor inmenso que le das a nuestros nietos. Gracias por ese beso eterno de todas las madrugadas. Gracias por esa ternura conque tratas a mi madre, por ayudarme a cuidarla cuando no podía moverse de la cama y ese beso que le das todos los días cuando entras en casa de vuelta del trabajo. Gracias por aguantar mi malhumor . Gracias por saber siempre disculpar los "errores" de los demás. Gracias por lo bien que te llevas y lo que quieres a tus nueras y yerno y los buenos ratos que nos haces pasar cuando estamos todos juntos. Gracias por esos paseos por nuestra playa, por esas tardes de verano bañándonos con los niños y por las noches en el cesped al olor de la "dama de noche". Y gracias anticipadas por todo lo que sé me vas a seguir dando... gracias, gracias.
Y por todo, decirte que te quiero, que cada día te necesito más, que eres para mí el mejor compañero que pueda existir, el mejor amante y esposo, padre y abuelo. Que no me equivoqué cuando me enamoré de tí con sólo trece años ni cuando luché en contra de todos por estar siempre contigo y que no me faltes nunca, porque me faltaría la vida. Te quiero.

viernes, 19 de marzo de 2010

"El Candela" segunda parte

Atrás quedaron sus años de infancia, sus travesuras y "fechorías" jugando en el canal, rompiendo los cántaros de las "marías" que iban a la fuente a coger agua, poniendo trampas inmundas, situadas estrategicamente, para que la gente cayera en ellas, guerreando a pedradas con otros chavales igual de golfillos que él y jugando al fútbol con balones hechos de trapo. Sus carencias afectivas, sus deseadas e incumplidas salidas con sus padres a la Feria o a la Semana Santa, su falta de regalos de Reyes o de cumpleaños...
Se conocieron en casa de ella, su hermano preparaba una "fiesta" o "guateque" para su pandilla y estaban probando el tocadiscos, alargando cables y revisando enchufes para que nada fallara en la tarde de ese domingo de finales de Enero, frío y desapacible. Ella entró en la habitación sin saber que estaban allí y sus miradas se cruzaron por un momento, él le sonrió y a ella le pareció el niño más guapo del mundo y las mariposas le revolotearon por dentro.
Tenía trece años, era todavía una niña apuntando a ser mujer, tímida, insegura y asustada ante un grupo de chicos y chicas que le parecieron hombres y mujeres hechos y derechos, que se divertían bailando, alegres y desenvueltos y se sintió ridícula arrinconada en una esquina, al lado de una amiga en sus mismas condiciones, tan paralizada como ella y sin ni siquiera atinar a desaparecer por la puerta. Él se acercó y todos los temores desaparecieron, se enamoró de ese niño que le guiño el ojo al verla, que la sacó a bailar y que sin hablarle no dejaba de mirarla y sonreirle y le apretaba la cintura mientras bailaban "agarrados" las canciones de Raphael o de Adamo.
Corría el año 66 y por estos lares, seguíamos a contracorriente del resto del mundo. La revolución social, musical, cultural, política... que la juventud de fuera estaba llevando a cabo, apenas nos llegaba o lo hacía totalmente distorsionada por la feroz censura que imperaba, pero aún así, timidamente, poquito a poco fuimos despertando a las nuevas, sorprendentes, ilusionantes corrientes que nos llegaban, cargadas de una sabia nueva, de libertad, de frescura y nos enganchó la música de "The Beatles", "The Rolling Stones" de "Simon y Garfunkel" y los chicos empezaron a dejarse crecer el pelo y las chicas acortaron con descaro sus faldas y en este año convulso, revolucionario, maravilloso empezaron juntos una andadura que aún no ha terminado.
Eran muy distintos, ella estudiaba el Bachiller, era seria, intorvertida, excesivamente responsable para su edad, muy protegida y mimada por sus padres. Él totalmente opuesto, alegre, algo "loco", sin ataduras ni vigilancia, sin estudios ni oficio definido... pero totalmente enamorados el uno del otro y lo que a ella le faltaba en él lo encontraba y al contrario.
Tenía que pasar y pasó, la alarma sonó en casa de ella. No lo querían, aspiraban a "algo mejor", alguien más formal, más centrado. No querían un novio para su hija al que no le veían futuro, medio hippy, de pelo largo y algo descarado que llamaba la atención allí donde estuviera y que para colmo y eso era lo peor, se rumoreaba que no tenía buenas amistades y fumaba "grifa", " esa cosa, que venía del extranjero, que era como una yerba que se fumaba y volvía locos a la gente y los mataba con la risa"
De nada sirvieron los llantos de ella, la pérdida del apetito, la tristeza, los argumentos esgrimidos en defensa de él, de que no era lo que parecía, que era el mejor del mundo, que sólo quería verla feliz . Les habló de cómo la trataba, de como lo hacía todo por ella y de que no habría otra persona que la pudiera hacer tan feliz. Inútil, no la dejaban salir y empezó la doble vida.
Ella recurrió a los engaños y a la complicidad de su abuela, que la entendía para verse con él a escondidas, para arañarle a los días, al tiempo un pedacito para verlo y estar a su lado. Él sin que ella lo supiera se fue metiendo en la otra vida, con otra gente que sabe Dios dónde conoció y pasaba parte del día y de la noche escuchando música, de la buena como decía, Beatles, Rollings, Animals, Kinks, Reading.... en un piso, fumando grifa (madre del porro actual) o se iba al parque o al campo a ver los atardeceres de colores psicodélicos con que el LSD le alucinaba. Se cortó los flequillos y se dejó el pelo aún más largo y las botas de ante, el pantalón vaquero y el pañuelo al cuello fueron su indumentaria. Pero cuando llegaba la hora de verla, de pasear a su lado, lo dejaba todo y recorría toda Sevilla si estaba en la otra punta para estar cinco minutos con ella.
Tuvieron que claudicar y dar el visto bueno. Años después se casaron.
(Continuará)

lunes, 15 de marzo de 2010

"El Candela" primera parte

Su abuela se llamaba Candelaria, su padre era José el de Candela y a él lo conocían y aún hoy le conocen como "El Candela" y aún hoy a ella al pronunciar o escuchar ese nombre o ese apodo, le viene ese regusto dulzón, querido, algo añejo ya, de una época vivida bajo la ilusión de un amor sentidoy correspondido cuando aún no se ha terminado de cruzar, esa fina línea fronteriza que separa la niñez de la adolescencia.
Fue el penúltimo de una familia de nueve hermanos, aunque su madre siempre sumaba a estos nueve, los cuatro abortos que tuvo a lo largo de su vida fértil y para ella fueron trece hijos los que Dios le mandó, porque, según decía, un aborto también se pare y duele, se siente y se quiere.
De los nueve, el segundo murió con pocos meses y la tercera, Carmen, como su madre, una niña de ojos verdes, de difteria cuando apenas empezaba a caminar. Así que fueron siete los que vivieron y crecieron juntos en la casa de "El Cerro" que su padre compró con "mil fatigas" allá por los años cuarenta al Marqués de Nervión, cuando éste mandó al arquitecto Hernán Ruíz, trazar y proyectar lo que sería el barrio, parcelando sus tierras y vendiéndolas a precios asequibles a la riada de familias que acudían procedentes de la provincia, del campo, de la marginación, agarrándose al amparo de una enorme fábrica textil que abría sus puertas ofertando miles de puestos de trabajo. Trabajo que la gente ansiaba conseguir y mejorar de esta forma la precaria situación que se vivía en una postguerra caracterizada por el hambre, la miseria y la especulación.
Creció en la calle, en la década de los cincuenta, niño de pantalones cortos y tirantes, de cabeza con cogote rapado evitando los piojos que abundaban en la época y salpicada de "chocaduras" muestra y seña de sus "guerras" con calles rivales y fronterizas, de rodillas eternamente "desconchadas" y sandalias de goma que con el calor le picaban los pies y sabañones en las orejas, cuando el frío del invierno espantaba con juegos y carreras.
Los padres, bien por dejadez, por falta de tiempo o simplemente porque no sabían hacerlo de otra manera, no sacaban tiempo para atender con calma, con firmeza, con orden a la numerosa "prole" y lo cierto es que ésta, campaba por la vida con demasiada libertad y sin apenas freno. Aún así, la madre ya en la vejez, presumía orgullosa de que ninguno de sus hijos se habia "descarriao" y todos se habían situado en la vida más bien que mal y todos eran "mu honraos".
Él al ser de los últimos, tuvo la suerte de ir al colegio, privilegio que a los mayores les fue negado, simplemente porque los padres no lo creían necesario, antes estaba el trabajo, y desde muy pequeños supieron lo que era recoger algodón en el campo, o patatas, o limpiar pescado en la plaza o vender ajos en su puerta. Gozó de ese privilegio, porque su hermana, la tercera en la escala filial y la única mujer de los siete, se ocupó de llevarlos, a él y al benjamín de la familia, aquel que llegó cuando ya la madre creía que su vientre se había secado y quizás por ello, siempre miró a este niño y lo trató de manera especial al resto de sus hermanos.
El pequeño no quería ir, chillaba y pataleaba, como los cerdos cuando van al matadero, y había que empujarlo y hasta casi arrastrarlo para que entrara en la clase, pero él no, a él le gustaba el colegio y aunque llegó tarde, ya metido en los diez años, aprendió rápido, lo justo, pero al menos lo que en aquellos tiempos era necesario para defenderse y no quedar estigmatizado de analfabeto, como sus hermanos mayores.
Su otra "obligación", aparte de su asistencia al colegio, la impuso su padre, acaso lo único que le impuso en la vida. Todos los días desde que cumplió los ocho años, lo levantaba a las tres de la madrugada para llevarlo con él a comprar al "barranco" la verdura y la fruta que en su puesto de la plaza, vendía.
En su casa no había ni reglas, ni orden, ni la tan famosa "rutina", que hoy los psicólogos predican tanto por el buen desarrollo de los niños, allí casi todo era improvisado, no había horarios,el almuerzo podía prolongarse horas, conforme iban llegando uno u otro, se arrimaba el plato del guiso, la cuchara y el pan correspondiente, igual ocurría con la cena y a la hora de dormir, la puerta de la calle, nunca se cerraba a la misma hora, el último en llegar, se encargaba de hacerlo.
Dormían unos con otros en camas de tubos y colchones de "borra", repartidos en dos habitaciones pequeñas con poca ventilación, en las que en verano se asaban de calor y en invierno, padecían el frío, la humedad y el agua de lluvia que se colaba por el precario techo de uralita que casi improvisadamente se colocó cuando construyeron la casa.
Ella que tantos recuerdos atesora en su corazón desde muy pequeña, tantas vivencias, tanto amor de familia, se asombraba, cuando a requerimiento suyo, a la curiosidad por conocer detalles de su vida, poca cosa recuerda él de su infancia, salvo alguna que otra "gamberrada" y poco más, porque según su explicación, nada interesante, importante había vivido ni en su casa, ni con sus padres, que hubiera quedado grabado sentimentalmente en su corazón. Sólo tiene uno, claro, trágico, impactante, el entierro del mayor de sus hermanos, del "Candelita", dónde recuerda la gente, las calles atestadas por dónde pasaba el féretro, con niños aupados en las rejas de las ventanas para verlo pasar y "Marías" plañideras despidiéndole entre una gran multitud apretada viviendo el duelo. Murió con veinticuatro años de cáncer, lo conocía todo el Cerro, por su carácter abierto, por su trabajo en la plaza. Él tenía diez años y es su primer recuerdo.
Salió del colegio con catorce años y como no podía se de otra forma, se puso a trabajar en la plaza, en el mercado y seguía ayudando a su padre en la madrugada. Lo mismo se hizo pescadero, que confitero, que terminó consolidándose como frutero ayudando al hermano que se convirtió en primogénito a la muerte del mayor y que heredó el primer "puesto" que su padre adquirió.
Allí empezó a conocer la vida de los mayores, empezó a hacerse hombre, a probar cosas nuevas y muchas veces prohibidas, a contactar con otros amigos distintos a los de su calle de toda la vida, en resumen a vivir experiencias nuevas y distintas.
(Continuará)

lunes, 1 de marzo de 2010

Mis dos "pequeños" amores

Tengo dos amores, dos "pequeños" amores, dos grandes amores, inmensos, puros, desinteresados, como es el amor que se profesa a los hijos,pero en este caso, no es a los hijos que ya los tengo, en este caso me refiero a mis dos nietos.
Las circunstancias que rodean la llegada de ambos a mi vida, a nuestras vidas, son totalmente dispares, por tanto las experiencias vividas en cada momento son muy distintas, pero al final ambos acontecimientos convergen en un mismo punto: la emoción, la ilusión, el amor hacia unas vidas que empiezan.
Cuando supe que Marco estaba en camino, que era un pequeñísimo embrión germinando en el vientre de su madre, me conmocionó, no lo esperaba. Lo de ser abuela ni siquiera había ocupado un mínimo de tiempo en mis pensamientos y era algo que esperaba que llegara algún día, todavía bastante lejano, pero que por supuesto nunca se me habría ocurrido que fuera tan pronto.
Mi hijo, el padre, había conocido a su mujer, la madre, tres o cuatro meses antes, se enamoraron enseguida y el embarazo llegó más rápido que el rayo, aunque las circunstancias en ese momento de trabajo, de vida, no eran las más idóneas para tener un hijo. En ningún momento dudaron y decidieron tenerlo, ante esa rotundidad, firmeza y seguridad, como no podía ser de otra manera, tuvieron mi apoyo y el de toda la familia.
Durante los nueve meses de una gestación sin complicaciones, viví ese tiempo con ilusión porque iba a nacer mi primer nieto, expectación, cariño y por supuesto con la lógica preocupación por solucionar a marchas forzadas lor problemas que se vinieron encima de vivienda, ajuar, compras, trabajo...
No tenía muchas ganas de nacer Marco y en un control saltó la alarma, faltaba líquido amniótico y hubo que provocar el parto. El goteo de familiares y amigos fue constante durante todo el día y la sala de espera de maternidad se fue llenando. Allí estábamos todos, nadie quería perderse la llegada del que iba a ser, primer hijo, primer nieto, primer biznieto,primer sobrino, primer bebé en la pandilla de amigos y la expectación y los nervios crecían conforme las horas pasaban y ni niño no nacía. La información médica era casi nula y no podíamos estar al lado de la madre,por lo que casi rozando la madrugada, la gente ya cansad y un poquito "decepcionada" comenzó la retirada. Al final nació alrededor de la dos de la madrugada, en el silencio de un hospital dormido y una gente vencida por el cansancio de la larga espera. Sólo quedamos allí seis personas para verles, para emocionarnos, para darle la bienvenida a un niño hermoso, grande, de casi 5 kg de peso que llegaba con los ojitos cerrados y la cara contraida por el llanto y roja por el sufrimiento de un parto que a buen seguro había sido difícil y doloroso para él.
Con Emilio, todo fue completamente al contrario,salvo en una coincidencia a la hora de nacer. Mi hija, la madre, llevaba ya siete años unida a su pareja, el padre y algunos meses buscando su llegada. Cuando lo consiguieron, la alegría llegó nuevamente, aunque no la sorpresa pues lo estábamos esperando de un momento a otro. Los primeros meses fueron muy difíciles, se impuso el reposo absoluto y el miedo por riesgo de aborto y no pocas veces tuvimos que salir corriendo al hospital pensando que se había perdido, pero mi niño seguía ahí, resistiendo una y otra vez y aguantó el tirón.
No culminó los nueve meses, aunque faltó muy poquito, en una revisión rutinaria se apreció una anomalía y derivaron a su madre al hospital. Nadie esperaba su llegada, nadie se enteró, hasta mi hijo, el pequeño, estaba de vacaciones con su novia. Cuando la médica de guardia nos habló de una cesárea de urgencia, sólo estábamos allí su padre y yo, apenas dio tiempo a avisar a la familia, en una hora mi niño había nacido. Nació al igual que su primo, sobre la misma hora, en el silencio de un hospital vacio y como él con seis personas esperando para verle, emocionados, expectantes y nerviosos.
Era un niño pequeñito, 2´7oo kgs. de peso, que nos llegaba muy pálido. con los "morritos" hinchados y los ojitos abiertos, parecía como si quisiera vernos, calmado y tranquilo, consecuencia de un parto sin sufrimiento.
Hoy Marco está cerca de los cinco años y es muy guapo. Tiene la piel morena, un pelo negro y fuerte y unos ojos preciosos, negros y rasgados, enmarcados por unas cejas largas, muy bien delineadas. Es alto y fuerte y en la fila del "cole" sobresale de los demás y más parece estar en ella por equivocación que por pertencia. Es muy noble, cariñoso, ocurrente y muy inteligente. Le encanta dibujar y que le cuenten cuentos, los números, contar y calcular, ha aprendido a leer sólo, a base de preguntar por ésta o aquella letra. Le apasiona el fútbol y por supuesto, como no podía ser de otra manera, es sevillista hasta la médula, de su equipo te puede recitar de carretilla nombre y numeración de todos los jugadores y conoce los escudos de todos los equipos de primera y segunda división. Maneja el ordenador como si fuera mayor y adora a su tito Salvi con quien aprende a jugar al tenis y pasear con su tita Tania empujando el carrito de su primo Emilio, mientras ésta le cuenta cuentos. Se duerme con su padre que le cuenta "cosas de la vida" y a su madre le dice cosas como "eres mi vida".
Emilio tiene sólo diecinueve meses y es muy guapo. Tiene el pelito castaño y finito y los ojos almendrados como su madre, rodeado de largas pestañas. Seguro que con el tiempo y como ella la tonalidad le cambiará según las estaciones del año, más oscuros, marrones en otoño e invierno, claros y casi verdes en primavera y verano. Su piel es sonrosada y la boca de labios gorditos y marcados que dibujan una sonrisa preciosa y por la pinta que lleva creo que será alto y delgado como su padre. Es bueno, gracioso, tierno, cariñoso y muy inteligente. Apenas pronuncia dos o tres palabras, pero lo entiende todo. Le encantan los juguetes, las canciones y adora a Pocoyo. Su dedito índice siempre está preparado para pulsar, teclear, señalar todo lo que ve a su alrededor, esperando tu respuesta. Ya conoce los números del 1 al 10 y es capaz de señalártelos cuando le preguntas por ellos, los mismo si es en español como en inglés, aprendido de uno de sus juguetes favoritos y conoce el escudo del Sevilla F.C. desde antes de tener un añito, al que nada más ver, inmediatamente se le escucha: "!illa.... aaaaah!" (traduzco "!Sevillaaaa... aaaaah!") y se vuelve loco con el pajarito de casa y con "Pampa" la perrita de Marco.
Estos son mis dos nietos, mis dos "pequeños" y grandes amores, los que me animan cuando estoy triste, los que me quitan el cansancio, los que me han hecho revivir emociones, sensaciones vividas en otras épocas, los que me enternece y me hacen ser mejor, los que me dan vida... y no me pesa el trabajo si lucho por ellos y no necesito dormir si vigilo sus sueños y cualquier vacio se llena, cuando los miro y me miran, cuando los abrazos dormidos y me acurruco en la cama con ellos y cuando el chico me abraza riendo y el mayor me dice "Ani, te quiero". No hay placer más grande, ni momento más dichoso que verles por las mañanas con los ojitos aún pegados por el sueño como se miran y se dan besitos y sentarlos a mi lado, uno a la derecha, otro a la izquierda para darles el desayuno, ponerlos guapos y bajarlos a la calle con el mayor orgullo para que los vea su abuelo y los achuche a besos.
Cuando termina el día, en el recogimiento de mi cama, en el silencio de la noche, no me queda más remedio que dar gracias a la vida por el regalo que tengo ( y los que si Dios quiere, tendré) porque están a mi lado y puedo disfrutar de ellos, que son sangre de mis hijos y como a ellos los quiero.