lunes, 27 de mayo de 2013

"Mi héroe" Desesperación

Mientras mi héroe, queda acuartelado en su regimiento, en su pueblo se empieza a librar una lucha que intentaré redactar siguiendo el dictado de una persona muy allegada a él, muy querida por él, que fue la que me dio, gran parte de los detalles acontecidos esos amargos días de Julio del 36. Me estoy  refieriendo a Rosarito, su hermana, que vivió en sus carnes y en primera persona dichos acontecimientos.

Como ya expliqué en relatos anteriores, las condiciones de vida del campesinado eran teriblemente precarias, los jornales apenas llegaban para comer, no tenían médico, los niños perecían de tifus y enfermedades en un porcentaje elevadísimo, pocos eran los que asistían a la escuela porque desde muy pequeñitos ayudaban en el campo y las viviendas carecian de agua corriente y luz. Los hombres trabajaban desde el amanecer hasta que se ponía el sol, se helaban de frío en invierno y en verano el sol de la campiña, achicharraba hasta sus gargantas. La mujeres criaban a los hijos con mil fatigas, sufrían su pérdida demasiado a menudo, administraban el jornal del marido aprovechando hasta la última migaja de pan mientras que la carencia de agua, las obligaba para proveerse de ella, a cargar con cántaros, cubos, búcaros... hasta la fuente al pie del arroyo.

Poco o nada, les faltaba a estos hombres para rebelarse ante tanta injusticia,  pero carecian de lo más importante, carecían de  valor, el valor para enfrentarse al terrateniente y exigir todos a una, una mejora en sus condiciones de trabajo y de sus jornales, tenían miedo a las represalias, a quedar sin trabajo para alimentar a sus familias, miedo a tener que huir del pueblo que los vio nacer, por lo que año tras años a través de todos los tiempos callaban y apretaban los dientes temiendo, a que en algún momento de desesperación, pudiera salir por su boca lo que les decía su corazón. Pero ultimamente las cosas estaban cambiando, ya había quien se atrevía a levantar un poco la voz, quien, venidos de la capital o de otros pueblos mayores, reivindicaban lo que tanto estaban  necesitando, ya se atrevían a escuchar dichas proclamas y a soñar con una vida un poquito mejor, en la que los hijos pudieran al menos comer y cenar todos los días. No caía en saco roto las charlas, los consejos de gente preparada venidas de la capital y la llamita de la esperanza iba creciendo poco a poco, amenazando  convertirse en  hoguera, una hoguera avivada por aires nuevos, frescos, que podría llegar a arrasar y quemar  todo lo que se le pusiera por delante.
A esto se refería el padre de nuestro protagonista cuando le hablaba a su hijo del nacimiento de una fuerza que podría traer lo mismo dicha que desventura, dependiendo del desenlace final, pero lo cierto es que ya él comprendió con anticipación que el momento había llegado, que el silencio se había terminado y que esa fuerza era imparable, que había que jugársela y que el juego era muy peligroso. Aún así él, hombre realista, con los pies bien plantados en el suelo, no se permitía dejarse llevar por la ilusión, por la fantasía, por lo que él creía una  utopía, y sus recelos aumentaban conformen los días pasaban y el ambiente se enrarecía cada vez más. Y llegó un día, cuando Julio se estrenaba con una "caló" insoportable, con un sol que a fuerza de apretar, agrietaba la tierra que se abría reseca pidiendo agua, dónde hasta los pájaros temiendo a sus rayos se guarecían bajo los chaparros sin osar levantar el vuelo, y los hombres, sudaban por sus poros hasta la última gota de su cuerpo.  Fue entonces cuando alguien dijo: " !Basta ya! o ahora o nunca, ya hay fincas en Extremadura ocupadas por jornaleros, se harán cooperativas, nosotros podemos hacer lo mismo, trabajaremos la tierra con nuestras manos, pero esta vez será para que vivamos dignamente. La Ley de Reforma Agraria aún  no está aprobada, pero el Gobierno consciente de nuestros problemas, esta de nuestro lado, tenemos todas las de ganar y no pasará nada, así que ¿ a qué esperamos?, ! a por todas!, " la tierra es para quien la trabaja". Y esa fue la coletilla, "la tierra pá quien la trabaja" y de esa manera,  todos,  con las azadas, con las hoces en las manos, con las mulas portando aperos y canastos de comida y búcaros de agua y ... sobre todo,  con la esperanza y la fuerza brotando de montones de corazones latiendo en la misma sintonía, sabiendo que el poder era de ellos, que la unión hace la fuerza, se encaminaron al pueblo arrastrando con ellos a mujeres, niños, viejos que se unían a ellos con alegría, hasta los perros parecían entender lo que pasaba y corrían  ladrando y moviendo sus colas como queriendo  mostrar así la alegría.
Lo consiguieron, la Guardia Civil los dejó según órdenes de sus superiores,  reivindicar sus necesidades  y en horas y a las puertas del Ayuntamiento, se leyó un decreto por el que se notificaba que hasta nuevo aviso, las tierras que rodeaban al pueblo quedaban confiscada en beneficio de dicho pueblo y que para evitar enfrentamientos entre las diferentes clases sociales, se instauraba el toque de queda desde las ocho de la tarde hasta las 6 de la mañana. A los terratenientes se les prometío seguridad hacia sus personas y familias y el pago por el "alquiler" de sus tierras, que quedaba pendiente estipular por las autoridades competentes, cuando llegaran de Sevilla.
Entre todo ese gentío, contagiado de la euforia de amigos y compañeros, al padre de mi protagonista, se le esfumó el escepticismo que le había acompañado anteriormente y vivio plenamente esa jornada histórica, abrazado a su mujer y de la mano de su Rosarito, que disfrutaba de lo lindo de lo que para ella era una verdadera fiesta del pueblo. El día terminó en la plaza, frente al Ayuntamiento, con la banda de música tocando a pesar de no ser domingo, y la gente bailando en una verdadera noche de felicidad como nunca habían sentido.
Poco les duró la alegría, quince o veinte días a lo sumo, el 18 de ese mes, llegó la noticia del golpe militar encabezado desde Africa por los generales Mola y Francisco Franco. Las noticias que llegaban al pueblo por parte del Gobierno Central eran que efectivamente había surgido una pequeña insurrección  militar que había tenido poco seguimiento a nivel nacional y que la mayoría de provincias españolas estaban en poder del Gobierno legalmente constituido desde Febrero, gracias a la voluntad del pueblo, y sin lugar a dudas en pocos dias se acabaría la situación con la derrota y a la vez destitución de los rebeldes, que se hacían llamar "nacionales". 


Pero no fue así, se pecó de confianza y la rebelión se fue afianzando en las pocas provincias conquistadas. Entre ellas y una de las más importante, se encontraba Sevilla capital y parte de su provincia. Eso no amilanó a la gente del pueblo que estaba con la República, en este caso la clase campesina, los desprotegidos, los pobres que eran la mayoría y  se equiparon para defender al pueblo y  la Constitución  ante la amenaza de la llegada de los nacionales, que cada vez estaban más cerca. Al final, el 30 de Julio, sin que nadie pudiera evitarlo, las tropas franquistas entraron en el pueblo. Una gran mayoría de campesinos, temiendo a las represalias, se dio a la fuga, abandonaron sus casas, su pueblo, sus mujeres e hijos, se fueron huyendo con lo puesto, sin dinero, a lo más con un poco de pan, un poco de queso o morcilla o lo que pudieron rebañar de  sus casas, una cantimplora llena de agua y un miedo en el cuerpo que los lanzaba campo a través con el anhelo de alcanzar  los montes que los separaban de Málaga,  todavía zona "legal" o como ya era denominada por los nacionales: zona roja.


No lo hizo así el padre de mi héroe, se negó a irse a pesar de la insistencia de amigos, familiares e incluso de su propia mujer e hija. Decía que se estaban sacando las cosas de quicio, que no iba a pasar nada, que a lo sumo se volvería al sometimiento que durante toda la vida, exceptuando las últimas semanas habían tenido al terrateniente y a las clases privilegiadas, que seguro que dicho sometimiento sería aún más duro, pero que más duro para él era abandonar su hogar, vivir lejos de su campiña, de su pueblo, no ver a su mujer, a sus hijos, dejarlas desprotegidas, sin medios para vivir, ¿quien llevaría el  pan a su casa? ¿quien cuidaría de las dos, ahora que su hijo se encontraba en Granada haciendo el Servicio Militar?, en fin... argumentos y más argumentos que rebatía a todo el que le pedía que escapara con él, hasta su hermano, el menor, Antoñito, intentó convencerlo sin  resultado y allí se quedó junto a su mujer y a su hija.

Después todo se desarrolló con gran rapidez. Así lo contaba su hija: El día 31 de Julio, mi padre cumplía 43 años, mi madre tenía 40 y yo me encaminaba a los 13. En aquellos tiempos al menos en mi pueblo y especialmente en nuestra clase no acostumbrábamos a celebrar los aniversarios, como ocurre en estos tiempos, había años que incluso pasaba desapercibidos para la familia, pero yo me acordaba siempre de las fechas de los nacimientos de mis padres y hermano, así que ese día salté de la cama corriendo, preguntando por él, era como si presintiera que algo malo iba a pasar y sólo necesitaba estar a su lado y darle mil besos. Salí a la calle y me entró miedo, estaba desierta, las puertas de las casas cerradas y un silencio forzado, vigilante flotaba en el ambiente, ni los perros ladraban, ni los gallos cantaban, era como un pueblo fantasma, muerto en vida. El pánico se apoderó de mi cuerpo y volví a entrar rapidamente en la casa, mis padres no estaban, pensé que habrían ido a la fuente a por agua y esperé acurrucada en la cama pensando que pronto llegarían o que lo que estaba pasando era sólo un aterrible pesadilla de la que pronto despertaría.

Pasado un tiempo que a mí me pareció eterno, llegó mi padre efectivamente cargado con los cántaros de la fuente, venía sonriente lo cual me tranquilizó, me comentó que mi madre había salido a casa de una vecina que estaba enferma para ayudarla con sus hijos. La realidad era otra, después de mucho meditarlo durante toda la noche, decidió, con muchísimo esfuerzo visitar a su hermano, que era el que ella creía podía ayudarles en el caso de que las cosas se complicaran. Este hermano, su único hermano varón, había sido el más querido para ella porque desde pequeñitos y dada la poca diferencia de edad entre ellos, habían compartido juegos, travesuras, trabajo y principalmente su gran aficción a la música, fue él quien la enseñó a tocar el acordeón y tambien el que  le enseño todas las canciones que sabía, el que la acompañaba tocando en cualquier fiesta o reunión cuando se arrancaba en el cante y el que subía al tablado junto a ella en las fiestas patronales cuando la gente reclamaban su presencia para escucharla, el que le daba la mano para contagiarle su ánimo y su calor ante su miedo en el escenario y el que la abrazaba cuando el público en pie aplaudía enfervorizado por su actuación. Tenía otra hermana más pequeña, Conchita, que siempre quedaba relegada ante ella por él, porque lo adoraba, no concibía que alguna vez tuviera que llegar el momento en que cada uno cogería su camino, por ley de vida, se casarían y esa relación tan estrecha tendría que dejar paso a otra, con el mismo cariño entre ambos, pero más distante. Se prometieron de niños que siempre estarían juntos y que no se casarían, porque no había nada mejor que ese cariño de hermanos compartiendo juntos tantas cosas bonitas.

El tiempo como es natural, los fue madurando y el amor apareció en sus vidas. Ella se prendó de ese campesino guapo, alto y serio que la miraba cuando de regreso del campo pasaba por delante de su puerta, el que vivía en lo más alto del pueblo, el hijo del desgraciado guarda forestal, que murió poco después que sus dos hijos gemelos, de pena y remordimiento. Nunca se perdonó no haber descargado la escopeta cuando llegó de trabajar del monte, esa escopeta culpable, asesina, con la que uno de ellos, jugando al conejo y al cazador, disparó sobre el otro, creyéndola descargada. Cuando llegó tembloroso al lado de su hermano y lo encontró con la cabeza destrozada y el cuerpo bañado en sangre, fue tal la impresión, la pena, la desesperación, que su corazón no pudo aguantarlo y allí mismo a su lado se derrumbó, muriendo con las manos sobre la cabeza destrozada de su hermano, y ella supo desde el primer momento que lo vio, que era al único que podría querer, al que le podría transmitir un poquito de esa alegría suya, de ese optimismo ante la vida, después de una infancia y juventud tan desgraciada. Se hicieron novios contra la voluntad de su hermano, que pensaba que no era el hombre apropiado para ella. Ella, la moza más alegre del pueblo, la de la voz maravillosa, la que gustaba divertirse, cantar, hablar con todo el mundo, no podía encanjar con ese hombre tan serio, tan huraño, que arrastraba desde hacía años una tragedia tan tremenda, tan difícil de superar, que tendría que trabajar de sol a sol para medio alimentarla a ella y a los hijos que tuvieran y las penalidades y estrecheces que su hermana  tendría  que vivir a su lado, porque sin venir ellos de  una familia rica ni mucho menos, vivian bien sin que les faltara nunca lo necesario. Así empezó a fracturarse esa idílica relación fraternal, a ella no le importaba nada de lo que él le aconsejaba, sólo quería vivir al lado de ese hombre, daba igual las condiciones, ella lo quería por encima de todo y no iba a renunciar a casarse con él y así lo hizo y su hermano no pudo impedirlo.

Florencio no asistió a la boda, su ataque de celos, de frustación, de soberbia se lo impidió y ella no le podía perdonar que el día más bonito de su vida, estuviera ensombrecido por su ausencia. Después él entabló relación con una de las hijas del mayor terrateniente de la comarca que se opuso a la relación, pero ante el empecinamiento de la novia por casarse a costa de lo que fuera, el dueño y señor de las tierras, dio su consentimiento para celebrar la boda.
De esa manera, Florencio pasó de ser uno más del pueblo, hijo de un tendero de la calle Mayor, a señorito, a mirar la vida  desde el lado de los ricos, a luchar por sus privilegios a costa de mancillar si hacía falta a los que en un tiempo fueron amigos y a tratar a los trabajadores del campo con el mismo desprecio y altivez que  su suegro. Entre ellos a su propio cuñado, al que ni siquiera osaba mirar a la cara. Se hizo conservador, de derechas y se afilió a ese partido tan elegante portadores de camisa azul, llamado Falange Española que también se acoplaba a sus nuevos ideales. Tanto se involucró, que a partir de las últimas votaciones de Febrero y ante lo que Falange intuyó se le avecinaba por parte del campesinado, lo nombraron por votación unánime Jefe del Partido Falangista de la comarca, los miembros de dicho partido, comprendieron que no podía haber candidato mejor que él, tenía la fuerza y la  suficiente sangre fría para controlar la posible rebelión.

Llegó feliz a su casa, disimulando ante su marido la emoción que la embargaba para que no sospechara dónde había ido en realidad y los frutos de su temida visita. Su hermano la recibió con los brazos abiertos, la llenó de besos, se abrazaron y lloraron juntos recordando los buenos tiempos pasados y el tiempo perdido por la tozudez de ambos. Ante su petición él le prometió que nunca permitiría que nada les pasara, porque en realidad nada iba a pasar, lo único que harían sería restituir la calma en el pueblo y alentar a la gente a que siguieran con su vida normal, con sus trabajos, con sus quehaceres cotidianos y nada más. Ella se encargó de alentar a vecinos y amigos para que salieran del pozo de temor y angustia en que se encontraban, prometiéndoles que no pasaría nada y que la situación estaba completamente controlada, lo sabía de muy buena tinta y les rogó tuvieran confianza.

Nada más lejos de la verdad, esa misma madrugada, las patrullas de soldados nacionales y falagistas del pueblo, se encargaron casa por casa de detener a toda persona  que semanas anteriores tuvieron la osadía de arrebatar las tierras a los dueños que, generación tras generación habían ido heredando  de sus antepasados. 

Uno de los noventa o cien detenidos, era su marido. Y la desesperación la envolvio. 


domingo, 19 de mayo de 2013

"Mi héroe" Guerra y muerte

Quiero dejar constancia antes de continuar con esta historia, que de  esta etapa en la vida de mi héroe,  la que ésto escribe, conoció los acontecimientos personales de su vida, por personas muy cercanas al protagonista, pero nunca por sus propias palabras, sólo me contó lo más relevante, lo que no podía ocultar por razones que más adelante comprendereis, pero sus sentimientos, sus sufrimientos, sus angustias... nunca me las transmitio personalmente, ni yo en aquella época pregunté, pero que conociendo su manera de ser y de sentir, imagino por lo que tuvo que pasar y sufrir y que su negativa a dar detalles y a contar lo que él sentía, sólo era debido al dolor tan inmenso y al daño que le producia rememorar tan tremendos acontecimientos. Él, como excelente narrador que era, era capaz de dirigir y engancharte con la historia, saltándose hechos que le eran muy amargos sacar afuera. Ahora me pesa como una losa el no haber sabido en aquellos momentos  darme cuenta  de la historia tran tremenda de la que era partícipe  y no haber insistido un poco en los detalles, detalles importatísimos que después he conocido.

Avanzaba el mes de Mayo, cuando fue llamado a filas. Por sorteo le tocó incoporarse al Ejército de Tierra, división de Ingenieros y dentro del mísmo, al Centro de Transmisiones (RRMP) es decir, Red Radio Telegráfica Militar Permanente. Lo mejor, quedaba en la misma capital, ya que de las pocas divisiones existentes de esta sección, una de las más importantes se encontraba en Sevilla. La suerte hasta el momento le acompañaba, quitando el periodo de instrucción y asesoramiento que tendría que efectuarlo en la provincia de Granada durante tres meses, el resto hasta el año y medio de servicio, lo llevaría a cabo en su ciudad, e incluso según testimonios de veteranos a punto de licenciarse, se disponía de las tardes libres, a excepción de los días que le correspondia hacer guardia.

Llegó a la tienda del Sr. Froilán como loco para dar la noticia, se incoporaba dentro de un par de semanas y preveía que para mediados de Agosto ya estaría de vuelta para comenzar a hacer casi su vida normal. Trabajaría por las tardes en la tienda, podría limpiar, arreglar, reponer a la hora del cierre, dormir en su habitación-almacén y de ese modo facilitaría extraordinariamente el trabajo para el día siguiente al dueño, que ya contaba con un mozo para ejecutar las labores más pesadas. Todos se congratularon con la feliz noticia y lo celebraron con un almuerzo en el que la Sra. Encarna guisó un pollo como sólo la noche de Nochebuena saboreaban. Escribió a sus padres comunicando la buena noticia y ya todo su deseo se centró en que pasaran rapidamente los días para incoporarse a filas, vivir una experiencia nueva, visitar Granada que todo el mundo que la conocía hablaba maravillas de ella y volver pronto, cuanto antes, no veía el momento de poder traerse a la familia y vivir junto a ella el día a día, que ya casi ni recordaba: dormir sintiendo la respiración de ellos, levantarse al amanecer con sigilo para no despertarles, almorzar los guisos de su madre mientras hablaban y regresar ya avanzada la noche a un verdadero hogar, con una mesa esperándole, una sopa caliente, un arroz con leche de postre, unas risas, unas charlas, un cigarro en compañía de su padre en un patio lleno de flores escuchando de fondo los sonidos, las voces, la música, de la vida, en una casa de vecinos.

Llegó el día esperado, abrazó al que había sido su tutor durante tantos años, a su esposa que incluso se le escaparon algunas lagrimitas, que secó disimuladamente con el pico de su delantal, prometió escribir todas las semanas y después de rogarles una y otra vez que se cuidaran mucho, partio para el cuartel con cinco pesetas en el bolsillo y un pequeño hatillo depositario de un pañuelo, una muda, un retrato de su madre y la última carta recibida, escrita todo sea dicho, desastrosamente por Rosarito, que no acababa de aprender a pesar de que ya tenía doce años e iba todos los días a la escuela. Según decía su padre era bastante  dura de sesera  no había manera de que aprendiera a escribir sin cometer una falta de ortografía palabra sí, palabra no, iba siempre a contracorriente, las uves eran bes, las haches no existian, las jotas y las ges las intercambiaba caprichosamente y los puntos y  las comas, borrados del mapa, si alguien hubiera querido leer sus cartas atendiendo a las leyes gramaticales, hubiera muerto por asifixia porque no daba resuello, y lo más llamativo, no separaba las palabras que aparecian unidas unas con otras, durante renglones y renglones, solo de vez en cuando se permitia un respiro, comenzando en el siguiente renglón y volver a las andadas. Ella decía que eso no importaba, que las letras como todo en la vida debía estar enlazado y no sería ella quien empezara a separar, porque las separaciones, todo el mundo lo decía, eran odiosas y que el mundo marcharía mejor si todos y todo estuvieramos juntitos, y  nunca rectificó su forma de escribir, siempre hasta su muerte, sus cartas eran verdaderos jeroglificos para el que las recibia. 

Lo tallaron, lo pelaron al rape, le echaron polvos desinfectantes por el cuerpo y lo vistieron de soldado. Cuando se pudo mirar a un espejo no se reconoció, lo mejor que según él tenía, era su pelo, negro azabache y ondulado, que peinaba hacia atrás marcando las ondas, esa forma de peinarse le daban (según su fieles clientas) una gran apostura a su cara, despejando su frente de cejas rectas enmarcando unos ojos oscuros llenos de vida, además compensaba  un poco su baja estatura, herencia de su madre," bajita pero mu bien formá", según escuchó a su padre decir un día. A él le traía sin cuidado no tener la altura de su padre, la naturaleza era así, y le había tocado ser bajito, era consciente de que su atractivo, no radicaba en su presencia física, que sin ser feo, tampoco era un "Car Cable" (Gart Gable, su héroe de tantas películas, cuyo nombre traducía al pie de la letra), su atractivo radicaba en su simpatía, en la alegría de su mirada, en su sonrisa, en la forma de contar las cosas, en  su desparpajo o como por aquí decimos en su "gracejo".

Allí en plena Sierra de Granada, en un destacamento que se ocupaba de la instalación y reparación de líneas telegráficas y de radio, le enseñaron lo que a todos los reclutas en cualquier punto o cuartel: a desfilar, a cuadrarse ante un superior, a distinguir las insignias, los galones, las graduaciones de los mandos, a manejar un mosquetón, a disparar, a aguantar sin que los ojos se le cerraran las interminables noches de guardia, a pasar hambre, a comer con gusto, esos ranchos acuosos y malolientes de coles y nabos..., en fin como se decía por entonces a hacerse un hombre, pero además y a pesar de todo eso, aprendió con rapidez, porque le encantaba y puso todos su sentidos en ello, el sistema morse de comunicación: raya, punto, raya... tanto por telegrafía, como por sistema óptico, sistema del que llegó a ser un verdadero maestro emitiendo señales mediante el mencionado sistema morse utilizando espejos. Fue un orgullo para él, un chico de pueblo, casi casi analfabeto, que fue capaz de aprender un método tan complicado y  nunca en toda su vida se le olvidó cómo cada letra,  cada palabra se formaba a base de esos puntos y rayas y como se emitía y se recibian las señales.

Mientras tanto, la situación en España, empeoraba por momentos:
- A consecuencia de una serie de atentados de Falange Española, se detiene a su jefe Jose Antonio Primo de Rivera, que es encarcelado, con la consiguiente disconformidad no solo de sus seguidores sino tambien de todas las fuerzas de derecha y monárquica, acarreando con ello una gran ola de nuevos atentados y violencia.
- La ruptura o escisión   del PSOE que queda dividido en dos alas, una más conservadora dirigida por Indalecio Prieto, decidido a refrenar los excesos revolucionarios de comunistas y anarquistas, temiendo al fantasma más que posible de la rebelión militar y la otra por  Largo Caballero que aglutina a los líderes más radicales de la izquierda, dispuestos a continuar con las reformas y revoluciones que se están llevando a cabo.
- Los militares que conspiran descaradamente con aristócratas, terrratenientes, obispos, financieros, alta burguesía... para terminar con lo que ellos consideran la entrada en desbandada del comunismo. Todo ello dirigido principalmente por el General Mola, Sanjurjo, Franco, Queipo de eLlano...

El detonante que hace que la conspiración y los contactos con representantes de las clases sociales antes mencionadas, se unifique llegando a un acuerdo para llevar a cabo el golpe con unas garantías de triunfo medianamente satisfactorias, se produce con la muerte del diputado monárquico Calvo Sotelo a manos de Falange, hecho que consideran intolerable y les da el impulso y la fuerza que estaban esperando.

De esta manera, el 18 de Julio de 1936 estalla el golpe militar y con él contra todo pronóstico una Guerra cruenta, vergonzante, en el que los dos bandos se enfrascan en una lucha fraticida, que duró tres años y causó mas de un millón de muertos.

La Guerra había comenzado mientras nuestro protagonista estaba a punto de finalizar su periodo de instrucción. Su destacamento quedó acuartelado sin perspectivas de regreso y ante ellos se presentaba un futuro de destrucción y miedo como nunca se había vivido.


sábado, 11 de mayo de 2013

"Mi héroe" "Ya eres un hombre"



No quiso comunicar por carta a sus padres las magnificas noticias, quería estar con ellos cuando se enteraran, ver la cara de orgullo de su madre, la satisfacción del deber cumplido de su padre y los ojitos negros brillantes y risueños de su hermana, palmoteando de alegría. Le parecía que el tiempo no pasaba, que el reloj se había quedado parado en la hora de la feliz noticia y como consecuencia  las horas se le hacían días y los días semanas, pues no veía llegar el momento de subir a la camioneta (!que lejos iba quedando ya la carreta del cosario) que le llevaría al pueblo. 

Mientras tanto, él estaba totalmente ajeno a los nubarrones que poco a poco iban apareciendo por el horizonte de la vida social y política de esa España de 1936, de esa pobre España en la que  era imposible poner de acuerdo a las clases, para intentar llevar al pais a la modernidad, al equiparamiento y la integridad en una Europa  moderna que hacía años había despegado y que nos llevaba años luz en todos los aspectos.

 En Enero el presidente de la Republica, Alcala Zamora disuelve las Cortes y convoca elecciones para el 15 de Febrero. Comieza una campaña vertiginosa por parte de todos los partidos en su lucha por obtener el triunfo en la que prevalecen, las amenazas, la violencia y la discordia. Los republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas.. es decir las fuerzas de izquierda conscientes de que cada uno por su lado no conseguirian nada, se alian creando el Frente Popular, no ocurre igual con las derechas, que disuelven la Ceda y no llegan a  ningun acuerdo con monárquicos y falangistas y se presenta cada uno por separado. Co mo era de preveer, ante esta situación ganan las fuerzas aliadas del Frente Popular que se apresura a tomar ese mismo día la decisión de decretar el toque de queda a partir del dia siguiente, intentando de esta manera evitar enfrentamientos y violencia por el descontento de las organizaciones de derechas, sobre todo y en gran medida temiendo las represalias de Falange que ya había anunciado con antelación  que si salia victorioso el Frente Popular no lo reconocerían.

Ante todos estos acontecimientos, el miedo en las calles, las amenazas, los rumores de un posible golpe militar... a él  en su ignorancia política, no llegaba a alcanzar el tremendo drama que poco a poco iba rodeando a todas las estructuras del Estado, y que los nubarrones que parecían amenazar su cielo, en poco tiempo, serían barridos por los rayos de un sol brillante y protector. Solo tenia cabeza y corazón para vivir con fuerza su ilusión, sus sueños, que estaban a punto de realizarse y por ello en su entendimiento no podía tener cabida  que lo que estaba sucediendo pudiera llegar a quebrar un vida que se le presentaba !por fin!despejada y bonita.

Y llegó la época del año que más anhelaba, la Semana Santa, y no porque le gustaran especialmente las procesiones, que todo sea dicho de paso, le emocionaban, pero era mucho más fuerte el hecho de que desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección no trabajaba y podía pasar con su familia !cuatro dias! para él unas vacaciones en toda regla. Eran éstos,  los únicos días del año en que los dueños de la tienda se daban un respiro y cerraban, para, de esa manera poder disfrutar con toda intensidad de momentos plenos  de recogimiento, de ver pasar las cofradías, de  vivir la madrugá, de saborear las excelentes torrijas que Dª Encarna elaboraba como nadie, de visitar los templos y  sagrarios dónde rezaban al pie de los pasos de Virgenes y Cristos preparados con todo su esplendor, de emocionarse con el  desfile de los "·armaos" con sus maravillosas plumas en los cascos, mientras pasaban bajo el balcón de su casa, adornado por una gran palma bendecida que colocaban el Domingo de Ramos... y todas las costumbres y tradiciones acumuladas y repetidas a través de los años.  El Sr. Froilan y esposa lo vivian con gran fervor religioso y por nada del mundo hubieran abierto las puertas de su negocio esos dias en los que se conmemoraba la muerte de Jesucristo.

El mismo Jueves Santo de mañana, muy temprano, con una pequeña maleta y su traje bien planchado, cogia la camioneta que lo llevaría a su pueblo, al pueblo en el que nació y dónde le esperaba su familia, lo más preciado para él.

" Iba llegando al pueblo y la sequía del año había hecho sus estragos en el campo, el paisaje otras veces en ese tiempo, verde, salpicado de amapolas y margaritas, de cosechas brotando de una tierra oscura palpitante de vida, del arroyo abriéndose paso a través de árboles y olivos en flor, ahora aparecía amarillento con una tierra reseca llena de peñascos que parecian pedir a gritos el agua que no llegaba, y un arroyo casi estancado en el que la poca agua de su caudal, se veía verdosa, como pegada a una tierra que no quisiera dejarla avanzar. Parecía como si hasta la naturaleza estuviera confabulada con la situación y mostrara de esta manera su descontento,
Cuando bajé de la camioneta todo se evaporó, ese momento de inquietud vivido horas antes, durante el viaje, dio paso nuevamente a mi optimismo, a no querer pensar en nada que pudiera estropear mi momento, y cuando sentí los abrazos, apretones y besos que mis padres y hermana descargaban sobre mi, pensé que no podía haber nada en el mundo que me hiciera daño. Fueron cuatro días que nunca podré olvidar, hablábamos los cuatro hasta la madrugada, hacíamos planes de futuro, paseábamos por la calle Real durante el atardecer con familiares y amigos, volví con el alba al tajo con mi padre, a comer bajo un olivo el tocino y la morcilla con la rebanada de pan acompañados de buenos tragos de vino, visité las tumbas de mis abuelos ya fallecidos, jugué y me rei a pleno pulmón con las cosas de mi Rosarito, que seguía sin saber llorar y volví a escuchar embelesado la voz de mi madre cantando aquellas canciones antiguas que me emocionaban. !Cuanto se puede llegar a sentir, cuanta salud para el alma y que poco se necesita cuando está uno al lado de los que te quieren!

Sólo una sombra de preocupación  me atenazaba de vez en cuando, era mi padre, a veces lo encontraba pensativo, algo apagado, él intentaba disimular cuando me sorprendía observándolo, pero yo tenía la sensación de que algo pasaba por su cabeza, lo encontré prematuramente envejecido, su cara estaba ya excesivamente curtida y las primeras arrugas se marcaban con fuerza, el sol, el viento y las heladas en el campo daban sus frutos y algunas canas aparecían en sus sienes, y hasta me parecía notar que habia menguado, no me parecía tan alto, pensé que nadie de la capital podría creer si lo vieran que sólo tenía cuarenta y tres años. La noche antes de volver a Sevilla mientras cenábamos, me comentó que cuando terminaramos y por ser la última noche que pasaríamos juntos, quería que saliéramos sólos, sin las mujeres de la casa, porque quería pasar conmigo un rato y charlar de hombre a hombre, de cosas de hombres, insistió, cuando mi hermana se quejó de lo que a ella le parecía una injusticia, ya no habló más hasta que salimos de la casa.

"Hijo - me dijo - a la vez que abría su petaca y me ofrecía un cigarro, ya tienes edad de fumar delante de tu padre, porque ya te considero y sé que eres un hombre cabal". Cogí el cigarro con las manos temblorosas por la emoción, nunca en toda mi vida me había sentido tan cerca de mi padre y a la vez tan valorado. Empezamos a andar sin rumbo fijo, callados saboreando el humo del cigarro y perseguidos por una luna que parecía iba a explotar de luz y grandeza. Así llegamos a las afueras del pueblo y allí sentados en un pequeño montículo al pie del camino, empezó a hablar. " Las cosas andan mal por el pueblo, la gente está alborotada, demasiado a mi parecer, se rumorea que el gobierno ha empezado la revolución agraria y ya hay muchas tierras que están siendo ocupadas por los jornaleros, con el beneplácito del gobierno, aquí ya se habla de hacer lo mismo, vienen gente preparada de otros pueblos dando información, instigando a la gente a que esta situación hay que cambiarla, que no es justo que las tierras estén en manos de terratenientes que se llevan todos los beneficios mientras los campesinos apenas si pueden sobrevivir, que la tierra tiene que ser de quien la trabaja y que nuestras condiciones de vida tienen que cambiar. Y yo pienso que así debe de ser, que no está bien que uno se lo lleve todo y otros nos arañemos las tripas comiendo al día un poco de pan duro con tocino, que nuestros hijos ni siquiera puedan ir a la escuela y nuestras mujeres se hagan prematuramente viejas a base de sufrir necesidades y calamidades, pero por otro lado pienso que los señores no se van a quedar de brazos cruzados y eso me da miedo, porque esta vida está hecha así, para que haya ricos y pobres y para que los ricos estrujen a los pobres y por eso creo que esto no va a traer nada bueno, digan lo que digan, por eso, hijo, he querido hablar contigo antes de que te vayas, quiero que sepas que te quiero y que mi meta ha sido, como sabes, sacarte de este infierno, y ahora sé aun con más seguridad que hice lo que tenía que hacer. Y ahora te pido solo una cosa que quiero que cumplas: que si por alguna circunstancias me pasara algo, tu quedas como el cabeza de familia y a ti corresponde cuidar de tu madre y hermana, no las dejes nuncas, lucha todo lo que tengas que luchar por su bienestar, cuidalas y dale todo el cariño del mundo"

Quede paralizado, primero una ola de calor agobiante me recorrió el cuerpo y después un miedo irracional se apoderó de mi, ¿que quería decir mi padre? ¿que podía pasar algo terrible?. Me agarré a sus manos y le miré atemorizado, nunca había pasado por mi cabeza que pudiera faltarme antes de que hubiera vivido una vida más tranquila y una vejez rodeado de nietos, y casi sin que me saliera la voz de una garganta que me ahogaba, le dije que no iba a pasar nada, que dentro de un años cuando volviera de la "mili" y si todo salía como pensaba, nos iriamos  a Sevilla y viviriamos felices, pero que si él creia que las cosas estaban tan mal que se vinieran ya a la ciudad, que ya me encargaría yo de buscar una habitación para ellos y seguro que el Sr. Froilan le encontraba algun trabajo. Empezó a reir como yo nunca lo había visto, porque a serio no había quien le ganara, me abrazó: "Vamos, hijo, que ya eres un hombre, no actues como un niño, claro que lo más seguro es que no pase nada y las aguas se calmen, y ya habrá tiempo de pensar el día de mañana nuestro traslado, pero hay que hablar de todo entre hombres y tienes que estar enterado de la situación que hay en el pueblo. Es casi una excusa para decirte que cuando yo falte sea cuando sea, veles por ellas". Se lo prometí dándole un abrazo, quedé más tranquilo al escuchar su risa y ver el brillo de sus ojos en la oscuridad de la noche, volvimos a casa con su brazo sobre mis hombros y me sentí el hijo más querido del mundo.

A la mañana siguiente, cogí la camioneta de vuelta a Sevilla, mientras se alejaba, veía a los tres diciendome adios con la mano, rompí a llorar sin que nadie se diera cuenta. No podía imaginar ni en la peor de las pesadillas, que ésta había sido la última vez que mis pies habían pisado las calles, el paseo, el campo, la casa de mis padres de mi pueblo".