Quiero dejar constancia antes de continuar con esta historia, que de esta etapa en la vida de mi héroe, la que ésto escribe, conoció los acontecimientos personales de su vida, por personas muy cercanas al protagonista, pero nunca por sus propias palabras, sólo me contó lo más relevante, lo que no podía ocultar por razones que más adelante comprendereis, pero sus sentimientos, sus sufrimientos, sus angustias... nunca me las transmitio personalmente, ni yo en aquella época pregunté, pero que conociendo su manera de ser y de sentir, imagino por lo que tuvo que pasar y sufrir y que su negativa a dar detalles y a contar lo que él sentía, sólo era debido al dolor tan inmenso y al daño que le producia rememorar tan tremendos acontecimientos. Él, como excelente narrador que era, era capaz de dirigir y engancharte con la historia, saltándose hechos que le eran muy amargos sacar afuera. Ahora me pesa como una losa el no haber sabido en aquellos momentos darme cuenta de la historia tran tremenda de la que era partícipe y no haber insistido un poco en los detalles, detalles importatísimos que después he conocido.
Avanzaba el mes de Mayo, cuando fue llamado a filas. Por sorteo le tocó incoporarse al Ejército de Tierra, división de Ingenieros y dentro del mísmo, al Centro de Transmisiones (RRMP) es decir, Red Radio Telegráfica Militar Permanente. Lo mejor, quedaba en la misma capital, ya que de las pocas divisiones existentes de esta sección, una de las más importantes se encontraba en Sevilla. La suerte hasta el momento le acompañaba, quitando el periodo de instrucción y asesoramiento que tendría que efectuarlo en la provincia de Granada durante tres meses, el resto hasta el año y medio de servicio, lo llevaría a cabo en su ciudad, e incluso según testimonios de veteranos a punto de licenciarse, se disponía de las tardes libres, a excepción de los días que le correspondia hacer guardia.
Llegó a la tienda del Sr. Froilán como loco para dar la noticia, se incoporaba dentro de un par de semanas y preveía que para mediados de Agosto ya estaría de vuelta para comenzar a hacer casi su vida normal. Trabajaría por las tardes en la tienda, podría limpiar, arreglar, reponer a la hora del cierre, dormir en su habitación-almacén y de ese modo facilitaría extraordinariamente el trabajo para el día siguiente al dueño, que ya contaba con un mozo para ejecutar las labores más pesadas. Todos se congratularon con la feliz noticia y lo celebraron con un almuerzo en el que la Sra. Encarna guisó un pollo como sólo la noche de Nochebuena saboreaban. Escribió a sus padres comunicando la buena noticia y ya todo su deseo se centró en que pasaran rapidamente los días para incoporarse a filas, vivir una experiencia nueva, visitar Granada que todo el mundo que la conocía hablaba maravillas de ella y volver pronto, cuanto antes, no veía el momento de poder traerse a la familia y vivir junto a ella el día a día, que ya casi ni recordaba: dormir sintiendo la respiración de ellos, levantarse al amanecer con sigilo para no despertarles, almorzar los guisos de su madre mientras hablaban y regresar ya avanzada la noche a un verdadero hogar, con una mesa esperándole, una sopa caliente, un arroz con leche de postre, unas risas, unas charlas, un cigarro en compañía de su padre en un patio lleno de flores escuchando de fondo los sonidos, las voces, la música, de la vida, en una casa de vecinos.
Llegó el día esperado, abrazó al que había sido su tutor durante tantos años, a su esposa que incluso se le escaparon algunas lagrimitas, que secó disimuladamente con el pico de su delantal, prometió escribir todas las semanas y después de rogarles una y otra vez que se cuidaran mucho, partio para el cuartel con cinco pesetas en el bolsillo y un pequeño hatillo depositario de un pañuelo, una muda, un retrato de su madre y la última carta recibida, escrita todo sea dicho, desastrosamente por Rosarito, que no acababa de aprender a pesar de que ya tenía doce años e iba todos los días a la escuela. Según decía su padre era bastante dura de sesera no había manera de que aprendiera a escribir sin cometer una falta de ortografía palabra sí, palabra no, iba siempre a contracorriente, las uves eran bes, las haches no existian, las jotas y las ges las intercambiaba caprichosamente y los puntos y las comas, borrados del mapa, si alguien hubiera querido leer sus cartas atendiendo a las leyes gramaticales, hubiera muerto por asifixia porque no daba resuello, y lo más llamativo, no separaba las palabras que aparecian unidas unas con otras, durante renglones y renglones, solo de vez en cuando se permitia un respiro, comenzando en el siguiente renglón y volver a las andadas. Ella decía que eso no importaba, que las letras como todo en la vida debía estar enlazado y no sería ella quien empezara a separar, porque las separaciones, todo el mundo lo decía, eran odiosas y que el mundo marcharía mejor si todos y todo estuvieramos juntitos, y nunca rectificó su forma de escribir, siempre hasta su muerte, sus cartas eran verdaderos jeroglificos para el que las recibia.
Lo tallaron, lo pelaron al rape, le echaron polvos desinfectantes por el cuerpo y lo vistieron de soldado. Cuando se pudo mirar a un espejo no se reconoció, lo mejor que según él tenía, era su pelo, negro azabache y ondulado, que peinaba hacia atrás marcando las ondas, esa forma de peinarse le daban (según su fieles clientas) una gran apostura a su cara, despejando su frente de cejas rectas enmarcando unos ojos oscuros llenos de vida, además compensaba un poco su baja estatura, herencia de su madre," bajita pero mu bien formá", según escuchó a su padre decir un día. A él le traía sin cuidado no tener la altura de su padre, la naturaleza era así, y le había tocado ser bajito, era consciente de que su atractivo, no radicaba en su presencia física, que sin ser feo, tampoco era un "Car Cable" (Gart Gable, su héroe de tantas películas, cuyo nombre traducía al pie de la letra), su atractivo radicaba en su simpatía, en la alegría de su mirada, en su sonrisa, en la forma de contar las cosas, en su desparpajo o como por aquí decimos en su "gracejo".
Allí en plena Sierra de Granada, en un destacamento que se ocupaba de la instalación y reparación de líneas telegráficas y de radio, le enseñaron lo que a todos los reclutas en cualquier punto o cuartel: a desfilar, a cuadrarse ante un superior, a distinguir las insignias, los galones, las graduaciones de los mandos, a manejar un mosquetón, a disparar, a aguantar sin que los ojos se le cerraran las interminables noches de guardia, a pasar hambre, a comer con gusto, esos ranchos acuosos y malolientes de coles y nabos..., en fin como se decía por entonces a hacerse un hombre, pero además y a pesar de todo eso, aprendió con rapidez, porque le encantaba y puso todos su sentidos en ello, el sistema morse de comunicación: raya, punto, raya... tanto por telegrafía, como por sistema óptico, sistema del que llegó a ser un verdadero maestro emitiendo señales mediante el mencionado sistema morse utilizando espejos. Fue un orgullo para él, un chico de pueblo, casi casi analfabeto, que fue capaz de aprender un método tan complicado y nunca en toda su vida se le olvidó cómo cada letra, cada palabra se formaba a base de esos puntos y rayas y como se emitía y se recibian las señales.
Mientras tanto, la situación en España, empeoraba por momentos:
- A consecuencia de una serie de atentados de Falange Española, se detiene a su jefe Jose Antonio Primo de Rivera, que es encarcelado, con la consiguiente disconformidad no solo de sus seguidores sino tambien de todas las fuerzas de derecha y monárquica, acarreando con ello una gran ola de nuevos atentados y violencia.
- La ruptura o escisión del PSOE que queda dividido en dos alas, una más conservadora dirigida por Indalecio Prieto, decidido a refrenar los excesos revolucionarios de comunistas y anarquistas, temiendo al fantasma más que posible de la rebelión militar y la otra por Largo Caballero que aglutina a los líderes más radicales de la izquierda, dispuestos a continuar con las reformas y revoluciones que se están llevando a cabo.
- Los militares que conspiran descaradamente con aristócratas, terrratenientes, obispos, financieros, alta burguesía... para terminar con lo que ellos consideran la entrada en desbandada del comunismo. Todo ello dirigido principalmente por el General Mola, Sanjurjo, Franco, Queipo de eLlano...
El detonante que hace que la conspiración y los contactos con representantes de las clases sociales antes mencionadas, se unifique llegando a un acuerdo para llevar a cabo el golpe con unas garantías de triunfo medianamente satisfactorias, se produce con la muerte del diputado monárquico Calvo Sotelo a manos de Falange, hecho que consideran intolerable y les da el impulso y la fuerza que estaban esperando.
De esta manera, el 18 de Julio de 1936 estalla el golpe militar y con él contra todo pronóstico una Guerra cruenta, vergonzante, en el que los dos bandos se enfrascan en una lucha fraticida, que duró tres años y causó mas de un millón de muertos.
La Guerra había comenzado mientras nuestro protagonista estaba a punto de finalizar su periodo de instrucción. Su destacamento quedó acuartelado sin perspectivas de regreso y ante ellos se presentaba un futuro de destrucción y miedo como nunca se había vivido.